"Hoy nuestra historia resulta incómoda para el sistema", dice Manuel Cortés Iturrieta, presidente de la Agrupación de Sobrevivientes del Dispositivo de Seguridad del presidente Salvador Allende, entidad que nació para rescatar el legado de ese puñado de hombres. Aquel 11 de septiembre de 1973, Manuel Cortés se atrincheró en el Ministerio de Obras Públicas junto a siete compañeros. Luego vino la clandestinidad, el exilio, la preparación militar y nuevamente la lucha, esta vez en la revolución sandinista donde fue miembro del estado mayor adjunto del Frente Sur del FSLN.
En la actualidad, Manuel Cortés es miembro del comité central del Partido Socialista: "Nuestra lucha es contra los sectores socialdemócratas que traicionaron el carácter popular y revolucionario del partido", sostiene.
¿Cómo fueron los comienzos del GAP y cuál era el grado de formación militar con que contaban ?
"Cuando Salvador Allende gana las elecciones en 1970, lo acompañaban tres o cuatro compañeros y amigos. Se vio la necesidad de crear un equipo más profesionalizado que se encargara de su seguridad personal. Allende le pidió al PS que dispusiera para esa tarea a algunos compañeros que tenían conocimientos específicos. Existía en el PS un sector que pertenecía al Ejército de Liberación Nacional (ELN), que daba apoyo al ELN boliviano. Teníamos cierto conocimiento de armamento, inteligencia, etc. El primer grupo de diez GAP fue conformado por cinco 'elenos' y cinco compañeros del MIR".(*)
"Fui contactado por el jefe del ELN en Chile, el 'Comandante Joaquín', Rolando Calderón, dirigente de la Confederación Ranquil que cuando fue nombrado ministro del Trabajo dejó de ser el revolucionario que conocíamos.
En los primeros días trabajábamos veinte horas diarias. Eso nos provocó un desgaste enorme. En seis meses conformamos dos escoltas. Esto nos permitió dividir funciones en días de trabajo, de instrucción y descanso. Mientras la escolta "A" trabajaba 24 horas, la "B" tenía descanso, y así sucesivamente.
Allende dormía muy poco y nosotros también. El presidente terminaba de trabajar en La Moneda entre ocho y diez de la noche. Luego tenía reuniones o una comida en otro lugar. Más tarde, en su casa, sostenía uno o dos encuentros con sus asesores, terminando su jornada entre las dos y tres de la mañana. Sin embargo, como no le gustaba acostarse inmediatamente, nos invitaba a jugar ajedrez y a conversar. Cuando lográbamos que se fuera a dormir, teníamos un puesto de guardia contiguo a su habitación. Llamábamos a este lugar la "guardia del 14" porque había un citófono con ese número. El relevo era cada media hora, entre cuatro y seis y media de la mañana. A esa hora hacíamos 30 minutos de ejercicio. Luego, una ducha, el desayuno y a las ocho en punto teníamos que estar listos con los vehículos y el plan de ruta del día".
EL "COMPAÑERO PRESIDENTE"
¿Cómo era la relación de Allende con ustedes?
"Mantuvo siempre un trato cordial con quienes trabajamos a su lado. Era una relación de compañeros, fluida y abierta. A veces nos hacía preguntas sobre economía y nos dejaba 'pillos'. Eso nos obligó a estudiar para no quedar en ridículo. Comenzamos a leer un resumen de prensa que llegaba todos los días desde La Moneda, a las cinco y media de la mañana. Nos peleábamos esa información para leerla antes que él y estar bien informados. Con los años, me di cuenta que muchas veces le contestábamos barbaridades, a pesar de nuestro esfuerzo por informarnos. Sin embargo, él siempre tuvo paciencia, explicándonos el por qué de cada cosa. Fue así como nos hizo comprender la necesidad de un proyecto que buscaba utilizar el Estado burgués para hacer los cambios sociales y transitar hacia el socialismo, con el menor costo posible. Para Allende era fundamental aumentar el grado de conciencia del pueblo, con el fin de posibilitar los cambios profundos en la sociedad. Su consecuencia con esa idea, lo prueba el hecho que ganó las elecciones con un 36 por ciento y en tres años de gobierno aumentó el apoyo del pueblo a casi 50 por ciento. Una de las mayores riquezas del proyecto de la Unidad Popular fue abrir espacios de participación y de conciencia política".
¿Qué aspecto de la personalidad de Allende destacaría más?
"Su capacidad para comunicar su pensamiento a cualquier persona. Podía hablar de temas políticos, económicos o filosóficos con cualquier persona y darse a entender perfectamente. Era un placer escucharlo y creo que por eso -además de su valentía, dignidad y consecuencia- la gente todavía no lo olvida. Esa semilla que dejó en la conciencia de nuestro pueblo, es urgente rescatarla".
Con la perspectiva del tiempo, ¿cree que era viable una revolución sin contemplar el factor militar?
"Veíamos que la dimensión militar iba a presentarse en algún momento. Los planes de la Unidad Popular y nuestro partido era preparar condiciones para el momento en que viniera el enfrentamiento. Allende lo tenía claro y confió en su capacidad para convencer a los altos mandos de las Fuerzas Armadas y acercarlas al proyecto. Pensaba que su carácter nacionalista identificaría a los militares y permitiría convencer a los altos mandos, o al menos a parte de ellos. El grave error fue no tomar en cuenta la influencia del gobierno norteamericano sobre los uniformados chilenos y la extracción de clase de las cúpulas militares".
Desde el punto de vista militar, ¿cuál es la evaluación que hacen ustedes del golpe militar? ¿Manejan algún número de bajas de los militares?
"Es difícil cuantificar las bajas de las Fuerzas Armadas(**). Desde que comenzaron a atacar La Moneda, a partir de las 07:50 horas, hicieron alrededor de cuatro o cinco ofensivas, que fueron repelidas. Eso los obligó a utilizar artillería y disparar con tanques contra el palacio. Luego vino el bombardeo aéreo y sólo lograron doblegar a los compañeros que defendieron el palacio cuando se les acabó el parque. Nosotros tuvimos sólo dos heridos, además de la dolorosa pérdida del presidente Allende y del periodista Augusto Olivares que se suicidaron. Los compañeros heridos después fueron desaparecidos".
¿No pensaron ustedes o el presidente Allende salir de La Moneda para encabezar la resistencia desde otro lado?
"Si, e incluso hicimos dos intentos pero fueron rechazados por Allende. Contacté por teléfono a 'Aníbal' (Juan José Montiglio, actualmente desaparecido), que teníamos salida hacia calle Bandera. Contábamos con vehículos con los cuales podríamos haber intentado romper el cerco. Mandé a Patricio Quiroz -uno de los choferes, que actualmente vive en México- para que explicara el plan en La Moneda. Atravesó Morandé en medio de una andanada de balas pero Allende se negó rotundamente. Incluso lo increpó ordenándole volver a su puesto. Cuando regresó al MOP, lo mandé nuevamente para que trajera al presidente como fuera. Lamentablemente, esta vez no pudo llegar. Yo quería sacar al presidente y llevarlo al sector sur de Santiago donde teníamos infraestructura. La idea era pasarlo a la clandestinidad. Con el presidente vivo creo que hubiera existido mayor resistencia popular, una presión internacional mayor y hubiésemos contado con la conducción de un líder de la estatura de Salvador Allende".
¿Por qué cree usted que Allende se negó a salir de La Moneda?
"Creo que Allende estuvo muy solo en el tiempo previo al golpe. Existían diferencias entre los partidos de la Unidad Popular. El programa de la UP para seis años de gobierno se había cumplido en tres. Había que crear una prolongación de ese proyecto y fue en ese punto donde no hubo acuerdo. Los comunistas planteaban que había que consolidar, los socialistas decían que había que avanzar sin transar y el MIR, aunque no formaba parte de la UP, señalaba que era el momento de crear poder popular. Incluso dentro del propio Partido Socialista hubo gente que quería pasarle por arriba al presidente. El día del golpe Carlos Altamirano, secretario general del PS, envió a La Moneda a Hernán del Canto, uno de los encargados del aparato militar del partido, para que solicitara instrucciones a Allende. La respuesta del presidente fue clara y precisa: 'Si ustedes no saben lo que tienen que hacer, yo sí tengo claro lo que debo hacer'. Fue su respuesta a los que hicieron 'gárgaras' con balas y que llegado el momento se paralizaron y lo dejaron solo".
En este mismo contexto, ¿cómo evalúa la actitud de los dirigentes de la Unidad Popular para el golpe y cómo ha sido su actuación posterior?
"La mayoría de los que sobrevivieron y tuvieron cargos fueron siempre inconsecuentes. Cuando surge el gobierno de la Unidad Popular todos los partidos de Izquierda tuvieron un aumento explosivo de militantes. El PS subió de 60 mil a 120 mil. Se montaron al carro de la victoria muchos oportunistas que tenían un buen discurso pero que nunca dejaron de ser oportunistas. Lamentablemente, no fuimos capaces de detectarlos. Uno fue Ariel Ulloa: para el 11 de septiembre era el encargado de la defensa del gobierno y a las 9:00 de la mañana del 12 de septiembre ya estaba asilado en la embajada de Argentina. En el exilio, lejos de aportar a la lucha, fue un elemento de discordia. Con la Concertación fue alcalde de Concepción y una vez más dio las espaldas al pueblo y a sus ex compañeros. Lamentablemente, abundan los Ulloa en la historia reciente".
¿Qué significó para usted el golpe militar?
"Mi esposa había tenido quince días antes del golpe a nuestro hijo Rodrigo en el hospital de Chuquicamata. El niño nació por cesárea y venía con síndrome de Down. La dejaron con detención domiciliaria y se negaron a devolverle al niño, mientras yo no me entregara. Finalmente, logré ingresar con mi familia a la embajada de México. Ellos partieron al exilio en diciembre de 1973 y yo quedé diferido con otros 72 compañeros hasta el 2 de junio de 1974"
EXILIO Y LUCHA INTERNACIONALISTA
¿Cómo fue su vida en el exilio?
"Viví en México dos años. En 1975 hubo un refichaje en el PS y fui nominado para seguir la carrera militar en un país hermano. Mi vida en esos años fue de trabajo y estudio. Estuvimos seis meses como cadetes, siguiendo todos los cursos. Posteriormente, pasamos a la Escuela Superior de Guerra. El compromiso del partido era que una vez graduados regresaríamos a Chile para aportar en la lucha antidictatorial. Sin embargo, cuando llegó el momento se nos planteó que las condiciones no estaban dadas. Continuamos nuestro aprendizaje y tuvimos una experiencia al mando de una tropa de combate. Luego fui instructor en especialidades de armamento. Pasaba el tiempo y nuestra ansiedad por luchar en Chile aumentaba. En el país amigo que tan generosamente nos tendió la mano, ya no hallaban qué hacer con nosotros".
¿Cómo enfrentaron esa situación?
"Fue en ese momento cuando se produjo la crisis que provocó la división del PS en 1978. Nosotros que constituíamos núcleos compartimentados, le planteamos a Carlos Altamirano su responsabilidad en los problemas que enfrentaba el partido. Le señalamos, además, que no esperara de nosotros apoyo irrestricto porque nuestra situación también era responsabilidad suya, producto de sus continuas negligencias. Había llegado el momento de cumplir el objetivo por el cual habíamos dejado todo. En ese marco, planteamos variantes, entre la cuales estaba ir a combatir a Nicaragua para ayudar a los sandinistas. Como el 80 por ciento de los cuadros militares del partido estábamos en esa posición, Altamirano accedió. Si nuestra lucha internacionalista en Nicaragua hubiese dependido sólo de los dirigentes del partido, jamás habríamos participado".
REGRESO AL OTRO CHILE
¿Cuándo regresó a Chile y cómo fue su reencuentro con el país?
"Regresé a Chile dos veces: en 1987 ingresé clandestino. En la práctica se estaba dando una salida negociada a la dictadura. Esta alternativa fue apoyada por la Internacional Socialdemócrata, el Vaticano y el Departamento de Estado norteamericano".
¿Cuál es su opinión de los gobiernos de la Concertación?
"Han sido administradores de un sistema que fue impuesto a sangre y fuego. No han realizado ningún cambio sustantivo del sistema neoliberal y, en ese sentido, engañaron a gran parte del pueblo. Del programa prometido no se ha cumplido prácticamente nada. Es un hecho indesmentible. Pienso que Lagos no tiene voluntad de impulsar cambios importantes".
Uno de los problemas que enfrenta la Izquierda es la falta de un proyecto o programa político que le permita hacer frente al sistema neoliberal. ¿Cree que el programa de la UP tiene vigencia?
"El diagnóstico de ese programa, es vigente. El problema real no pasa porque la Izquierda no tenga proyecto sino por la falta de dirigentes a la altura de las circunstancias, capaces de recomponer la Izquierda. Estudiar y discutir el programa de la Unidad Popular, readecuándolo en aquellos aspectos que sea necesario, sería un excelente punto de partida para reorganizarnos".
¿Cree entonces que es posible construir una alternativa de Izquierda?
"No sólo es posible sino además se están dando las condiciones para recomponer esa Izquierda que el pueblo requiere. Está claro que el sistema neoliberal es incapaz de dar respuesta a las necesidades de la población. El mercado no soluciona los problemas de alimentación, salud, vivienda y educación de toda la gente. Nuestro deber es hacer conciencia que el Estado debe cumplir un rol importante, sobretodo en este momento en que el capital privado se niega a realizar inversiones para aumentar el empleo".
En este proceso de construcción, ¿qué errores de la Unidad Popular no podrían volver a cometerse?
"Uno de los principales errores que cometimos fue nuestro voluntarismo. La Unidad Popular enseñó que los procesos tienen su propio ritmo y que los cambios no los hacen las vanguardias sino todo el pueblo. Muchas veces el que va al final de la fila es el que marca el ritmo y eso hay que tomarlo en cuenta".
¿Cómo ha sido el proceso de reinserción de ustedes desde el punto de vista de la subsistencia? ¿El Estado les ha concedido alguna pensión o acceso a planes de salud?
"Hemos pedido en reiteradas oportunidades al Partido Socialista que se otorgue una pensión de gracia al menos a quienes están en peores condiciones. Desde hace cuatro años hemos enviado muchas cartas al ministro del Interior y también al presidente de la República. Hasta la fecha no hemos recibido respuesta. Lo asumimos como un desprecio por el papel que jugamos los GAP. Esto es consecuente con los objetivos de este gobierno: consensuar la historia. No le conviene reconocer que actuamos en forma consecuente y leal, defendiendo la Constitución y al gobierno legítimo. Somos incómodos para el sistema"
MANUEL HOLZAPFEL G
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