martes, 23 de febrero de 2010

Madre de internacionalista chileno visita su tumba en Morazán

El fallecido es un ex combatiente del FMLN, de nacionalidad chilena, que fue enterrado en el municipio de Perquín, departamento de Morazán.

Silvia Carmona, una mujer chilena de 73 años, visitó El Salvador recientemente para visitar la tumba de su hijo, un ex combatiente internacionalista del FMLN, que falleció en el oriente del país, en el marco del conflicto civil armado.

Carmona, llegó hasta el municipio de Perquín, en el departamento de Morazán, en donde está enterrado su hijo, Rodrigo Cifuentes Carmona, fallecido en 1988.

La madre del guerrillero fue recibida, frente al Museo de la Revolución Salvadoreña en dicha ciudad, por ex combatientes del FMLN que compartieron pasajes del Escrito por El Salvador Noticias.netconflicto, junto a su hijo Cifuentes Carmona, mejor conocido como “José Luis, el chileno”.

La madre y los ex combatientes le rindieron tributo al extranjero frente a su tumba y con ello homenajearon a todos los héroes que trascendieron fronteras.

Cifuentes Carmona, fue calificado como un hombre revolucionario, que compartió sus conocimientos, principios y valores humanos, desprendido de todos los valores materiales, inspirado por sus principios ideológicos de la transformación de América Latina.

En la ciudad de Perquín fue enterrado el ex combatiente chileno del FMLN, Rodrigo Cifuentes Carmona, fallecido en 1988.

En su trayectoria en El Salvador, fungió como segundo al mando de las Tropas Especiales, que operaban en el oriente del país.

El diputado y miembro de la Comisión Política del FMLN, Sigfrido Reyes, exaltó el trabajo de todos aquellos hombres y mujeres de otras naciones que vinieron a dar su contribución al pueblo salvadoreño.

“Ellos vinieron a fundir su sangre con nuestra sangre, su lucha con nuestra lucha, porque eran portadores de un pensamiento de solidaridad, justicia, y amor a la humanidad que no tiene fronteras”, dijo Reyes, quien se desempeña como vicepresidente de la Asamblea Legislativa.

Silvia Carmona, expresó su alegría por realizar el sueño de visitar El Salvador y poder colocarle flores a la tumba de su hijo.

“Él (Rodrigo), nada hubiese podido hacer, sin la valentía y el coraje de ustedes” manifestó.

Durante el evento se realizó la entrega de la bandera del FMLN, a la madre de José Luis por parte del diputado Sigfrido Reyes.

Posteriormente, acompañado con las notas del himno de la Unidad se develó una placa que rendirá tributo a “Jose Luis el chileno”.

Escrito por El Salvador Noticias.net

lunes, 22 de febrero de 2010

Recambio Real ahora para el Socialismo

Pertenecer al Partido Socialista de Chile es pertenecer a una tradición de jóvenes y no tan jóvenes, hombres y mujeres, que con audacia, coraje, valentía y fervor en la lucha social han levantado, desde la crítica, una esperanza de un país más justo. Desde sus inicios el PS ha cumplido un rol clave en la historia del socialismo chileno, reivindicando luchas, sosteniendo a la izquierda y vitalizando la vida política y democrática chilena.


Hoy, ante una derrota en las elecciones presidenciales, que consecuentemente abren un nuevo ciclo político para el país y ante la fuerte apatía y desconfianza ciudadana hacia a los partidos políticos y hacia una democracia aún restrictiva y poco deliberativa, el PS aparece con tibieza, débil y enmarañado en incertidumbres, pero también se avizora en el horizonte un mundo de posibilidades. Los siguientes párrafos más que una visión política representan una serie de provocaciones que buscan reponer el rol histórico del PS en la historia del País y revitalizar los sueños por un país más libre, más fraterno y más justo.

1.- Un Partido crítico, diverso y democrático. Hombres y Mujeres líderes en la lucha Social.

El Partido socialista de Chile es desde sus inicios un Partido autónomo, sin dogmas y esencialmente crítico y democrático, la casa común de la izquierda chilena. Así, el Partido Socialista de Chile se origina y se desarrolla a partir de un proyecto político, social y económico fundado en los valores del humanismo socialista, un proyecto con historias y experiencias de vida construido por generaciones de hombres, mujeres y jóvenes dispuestos al sacrificio de la construcción de un Chile más justo y democrático: Trabajadores manuales e intelectuales, humanistas, anarquistas, masones, marxistas, cristianos. Rebeldes, reformistas y revolucionarios, una gran familia política.

Somos herederos de una historia, de épocas de socialismo, sueños y juventud… pero también de años de plomo, coraje, valentía y reconquista de la democracia. Una historia de luces y sombras, de sol y de bruma.

2.- Nueva época, nuevos y viejos excluidos, desafíos de nuevas luchas.

La realidad del país, de la sociedad, del Partido Socialista hoy es distinta a la de antes, asistimos a un cambio de época, grandes transformaciones globales nos acompañan, el nuevo sistema capitalista, la globalización de la economía y la occidentalización del mundo, por señalar solo algunas de las más visibles transformaciones. La sociedad se estructura de una forma mas compleja de cómo la entendíamos antes, antes distinguíamos claramente a los ricos de los pobres, a los burgueses de los trabajadores, a los poseedores de la tierra de los campesinos, en fin, a los poderosos y a los sin poder, hoy siguen existiendo estas diferencias, pero agregándole nuevos y mas complejos fenómenos.


3.- La descolorida escena de los Partidos Políticos.

Hoy la realidad del socialismo y del Partido Socialista de Chile es distinta a la de 20 años atrás. Hoy asistimos a una crisis integral del sistema de partidos en Chile, conglomerados en franca decadencia y un Partido Socialista sin una respuesta a ésta crisis, el PS vive una profunda crisis de representación y credibilidad. No tenemos hoy las condiciones institucionales que permitan generar una fuerza capaz de conducir un movimiento político, social y cultural, por lo que este instrumento de poder, denominado Partido Socialista, requiere de necesarias transformaciones.

4.- La vida partidaria sin vida.

La vida interna de los partidos políticos es compleja, y si hacer política y estar en un partido político es difícil, más lo es para un joven político. Se observa en el Partido Socialista, que para abrirse espacio en la estructura partidaria es necesario o hacerse amigo del parlamentario de turno, asegurándose un cupo para concejal, someterse a algún caudillo mediocre del partido en tu comuna o adherir a un grupúsculo de poder interno, las denominadas “corrientes internas”, legítimas, y que siempre han existido en el PS y que se reproducen en la juventud, pero que constituyen hoy mas grupos de poder que corrientes de pensamiento que den cuenta de ideas políticas.

Algunos dirigentes y “operadores políticos”, autodenominados reserva moral del partido que apuntan con el dedo a cualquiera y condenan a los demás por lo mismo que ellos hacen, han sepultado al Socialismo. Han carecido de discurso y capacidad de dirección, han preferido la comodidad de la eterna “negociación” entre cuatro paredes al riesgo electoral. Ellos no son reserva moral ni vanguardia de nada, con los mismos discursos añejos de siempre, prometiendo el cielo en la tierra, su aporte solo será positivo y necesario en la medida que sean capaces de generar posiciones y debate serio y no solo maquinas de poder en que las ideas no tengan espacio.

Se ha pasado del uno para todos y todos para uno, al dándonos entre todos, a ver quien se salva. Partidos políticos donde priman las agendas individuales y escasean los proyectos colectivos. Se ha preferido, en una clara actitud obsecuente, el orden y la disciplina por sobre el debate y la discusión crítica en torno al rumbo del Partido.

5.- Refundación Nacional y Recambio Real del Partido Socialista de Chile.

Por todo esto debemos y queremos hacernos cargo de la crisis, queremos construir un partido Socialista con propuestas, representatividad, legitimidad y vocación de poder, queremos iniciar el camino de la Refundación Nacional del Partido Socialista de Chile, un proceso democrático y participativo de Recambio Real del socialismo chileno.

Pero esta compartida situación de crisis del PS requiere de respuestas audaces, creativas, nuevas, a la altura de la crisis. No conseguiremos mucho refundando el discurso y las buenas intenciones, la real refundación del PS se dirige a la generación de nuevas prácticas y estilos que lo impacten. Nuevas prácticas como detenerse a reflexionar un momento junto a los compañeros en torno al proceso social y político del país y a nuestro rol como militantes socialistas, o sea, formarnos, educarnos para asumir la responsabilidad de refundar lo que haya que refundar, y queremos refundar con memoria.

La Refundación Nacional del PS y el Recambio Real Socialista, se ponen en juego en la capacidad de formarse al interior del partido, en el crecer en base a la formación de cuadros políticos, en revitalizar la discusión de viejas y nuevas teorías, donde se actualicen nuestros análisis de la sociedad. Formar desde el “sentirse de izquierda”, esto es garantizando la expresión de antiguas y nuevas luchas sociales y desde el “ser de izquierda” aportando con un análisis crítico sobre el orden existente. Se necesita de una formación “orgánica” que no “elitice” las instancias partidarias, ni la localice solo en pocos referentes, grupos u organizaciones. Formación política nacional y transversal, que exista participación en su configuración temática, que se forme por medio de continuas expresiones comunicativas, que sea una formación productiva, que desde el saber y la experiencia genere innovaciones en la práctica política. El Partido, y en especial su juventud, deben distinguirse por su capacidad formativa, por la tenencia de saber y la audacia de su aplicación.

El socialismo, a lo largo de su historia, siempre ha tenido invocaciones ideales a seguir, la búsqueda de mayor justicia social, la igualdad, la solidaridad, la opción por los más pobres y oprimidos y una permanente y constante lucha por la liberación de todas las formas de opresión existentes en la sociedad, del lado de los humillados y ofendidos de siempre, recuperando la rebeldía necesaria que se requiere para transformar el mundo. Estos ideales de antaño, son los mismos que invocamos hoy, adecuándolos a la sociedad de hoy, bajo las nuevas condiciones que la sociedad impone, es la Utopía como deseo de recuperar, recuperar y obtener algo que uno sabe que es deseable y que ha perdido. Aún hay pobreza en nuestra sociedad, las desigualdades se van acrecentando, hoy los ricos de antes son mucho más ricos y nuestra democracia participativa sigue siendo débil para enfrentar estos desafíos.

Para este proceso de reconstrucción del ideario socialista proponemos una Renovación permanente, entendida ésta como un proceso continuo de democratización y transformación social a través de la actualización de nuestros valores y principios fundamentales, aplicable también a la dinámica interna de nuestro partido. La renovación se hace posible abasteciendo la saludable crítica interna y la confrontación de las experiencias históricas y la memoria del Partido. El proceso de transformación social y la actualización de valores deben expandirse manteniendo vivas las preguntas sobre la identidad socialista y la identidad de izquierda. Necesitamos bases y tendencias del partido que avancen en tolerancia a la diversidad y la crítica. Fomentando la fraternidad y la afectividad necesarias que armonicen la convivencia interna. Transparentar los procesos de elección de representantes, tener una “normativa” para introducir y socializar a nuevos miembros y a partidarios alejados. Aprovechar las tecnologías como medios que facilitan e incentivan la comunicación y como capacidad para sofisticar las redes y sitios de contacto entre los compañeros.

6.- Nueva orgánica y nueva estrategia política.

Necesitamos de una estructura orgánica también renovada, no directivas burocráticas tradicionales, estáticas, cerradas y sectarias, jerárquicas al estilo estalinista, o sea, para condiciones nuevas, política nueva y orgánicas nuevas. El PS requiere de una Revolución Orgánica Interna.

Es necesaria una democratización de nuestras estructuras orgánicas, una donde se incorpore a la sociedad civil, donde se permitan grados de autodeterminación y una política reflexiva, donde nos incorporemos a los movimientos sociales y los fomentemos. Una estructura orgánica donde en lo fundamental, se socialice el poder, incorporando prácticas comunicativas que respetando y fomentando los derechos individuales permitan alcanzar los anhelos colectivos. La “deliberación política” es importante porque pone el acento en los procesos democráticos y no solo en sus resultados.

La Refundación Nacional del PS y el Recambio Real socialista no se iniciará de la mano de la racionalidad política establecida durante los últimos años, la tradicional, la de la “negocia” entre cuatro paredes, la de influencia de las amistades, una forma de hacer política que excluye a aquellos jóvenes y militantes que no tienen poder, la mayoría.

Nuestra acción política debe ser distinta a las formas establecidas, distinta a la forma actual de “operar” en el Partido, una mas integradora, participativa, con una disposición y una actitud permanente de incluir a nuestros militantes en las decisiones, y también, con una actitud permanente de renovación, de nuestro pensamiento, acción, orgánica, preservando por cierto nuestra historia y nuestros valores fundamentales.

La Refundación y el Recambio Real, para ser tal, no solo debe ser de rostros, de nombres nuevos, no solamente reformar nuestra orgánica, esto es fundamental, pero en definitiva la refundación debe ser de pensamiento, debe ser ética, moral e intelectual, en el sentido de que a partir de los valores e ideales que creemos correctos, justicia, igualdad, solidaridad, actuando en la cotidianeidad conforme a ellos, podamos estructurar nuestra renovada visión política, económica, social, cultural, ecológica, etc. Para la sociedad que queremos construir.

Es de suma relevancia rearmar nuestras redes con el movimiento estudiantil, universitario y secundario, con los pobladores, con las agrupaciones culturales e iniciar un proceso de acercamiento a los jóvenes de zonas rurales, a los campesinos. En esta Refundación del PS deberán estar incorporadas las organizaciones sociales, comunitarias, populares y todos aquellos que compartan los principios de la igualdad, la solidaridad, la equidad y el desarrollo social para todos y todas, sin importar su cuna o procedencia social. Es por esto que se hace sumamente necesario y estratégico iniciar un proceso de recomposición de los actores de las transformaciones sociales, de los sujetos de los cambios políticos y culturales. Porque sólo con actores sociales y sujetos de cambio es que podremos realizar las grandes transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales que anhelamos.

Es por esto que en lo orgánico el Partido Socialista debe dar cuenta de una militancia distinta a la que se ha entendido tradicionalmente, esa que se levanta y se acuesta en el partido, integrando a nuevos actores, una militancia mas funcional que construya partido en el trabajo, obreros, empleados y profesionales, los estudiantes y profesores en las escuelas y universidades, en la población todos, en todo lugar donde haya sociedad. Solo así se recuperará la denominación de partido popular que se nos reconoce.

7.- Por la redemocratización de Chile, construyamos un Proyecto de Sociedad

Es por todo esto que necesitamos construir una nueva propuesta programática para Chile, construir un proyecto de sociedad, un programa donde se recoja la realidad de nuestro país y del mundo, esto requiere a nuestro parecer una redefinición política y orgánica que hagan posible la reflexión política, social y económica, abrir instancias y espacios, a nivel orgánico, para el dialogo y la deliberación política dentro de nuestro Partido, creemos profundamente que la elaboración de este proyecto de sociedad se define, como señalamos anteriormente, en la capacidad de formarse al interior del Partido, revitalizando la discusión en torno a viejas y nuevas teorías y rememorando las pasadas luchas sociales, para así actualizar nuestros análisis sobre la sociedad de hoy, con la convicción de que el valor de la memoria contribuirá a la construcción del porvenir.

Como Socialistas tenemos el deber de construir un proyecto de sociedad, político, económico y cultural, un proyecto que asuma las profundas transformaciones que han ocurrido en el mundo, la gran transformación ecológica, la transformación demográfica, las grandes transformaciones científico tecnológicas, la transformación del sistema capitalista y su globalización o mundialización, todo lo que nos lleva a creer que mas que una época de cambios asistimos a un cambio de época.

En lo político la construcción de un nuevo pacto político-social es indispensable, nuestra democracia es un tanto limitada e ilusoria y cada vez cede más terreno ante la voracidad del mercado, en nosotros está la posibilidad de crear las verdaderas condiciones de la democracia. Se hace necesario sentar nuevas bases para la refundación democrática de Chile, iniciar el camino de un movimiento social y político por una Nueva Constitución política para Chile, esta refundación democrática deberá considerar entre otras cosas, una permanente remisión al pueblo del poder de decisión y dirección de los órganos representativos, ir hacia una reapropiación de la soberanía usurpada por la institucionalidad.

En estos momentos de crisis, de incertidumbres, de falta de rumbo como Partido, nuestra tarea es rediseñar el camino, pero este rediseño, para que sea efectivo, debe ser plenamente participativo, nadie se puede quedar abajo. Como promotores de la Refundación Nacional del PS y del Recambio Real Socialista debemos ser capaces de convocar a todos aquellos compañeros desencantados con la actual estructura de nuestro Partido e invitarlos a sumarse a este proceso de renovación.

Este proceso de Refundación y Recambio Real del PS, deberá contemplar la renovación de cuadros en este nuevo diseño, reconociendo el aporte innegable de todos aquellos que han entregado su vida al partido, pero ineludiblemente son necesarios hombres nuevos para el nuevo partido, jóvenes de hoy para los dilemas sociales y políticos de hoy. Recambio Real ahora para el Socialismo…¡¡¡


Lorenzo Martìnez H.
Sergio Celis Guzman
Diego Cabezas
Cecilia Acuña Vera
Julio Muñoz
Rodrigo Jerez
Andrea Jorquera Canovas
James Mery Bell
Maribel Valdes Valdebenito
Cristian Martínez Hernández
Juan Diaz Rios
Cristian Perez Tello
Victor Moraga San Martin
Danilo Herrera
Jorge Lara Placencia
Jorge Gonzalez Pinto
Pablo Rebolledo
David Guerra Suarez
Alexander Linford Child
Horacio Salvador
Tomas Iturbe Covacich
Andrea Vasquez
Roderick Baez Garay
J. P. Sanchez
Meryland Ruz Figueroa
Gonzalo Guajardo Gavilán
Luis Montané
Pedro Guajardo Troncozo
Mirtha Maturana Castillo

sábado, 20 de febrero de 2010

En Chile hace falta un Partido Socialista

Ante esta frase, más de alguien dirá que es absurda, porque el Partido Socialista ya no existe: que desapareció arrastrado por la “renovación” que sufrió al término de la dictadura. Pero el Partido Socialista existe, aunque es como si no existiera. Y eso, seguramente, es peor.

El Partido Socialista no se ha disuelto ni desapareció luchando heroicamente contra el terrorismo de Estado de militares y empresarios. El PS sobrevivió y existe. Está inscrito en el Servicio Electoral, tiene sedes sociales, cientos de altos funcionarios, alcaldes y concejales, miles de millones de pesos que administra un grupo de expertos en inversiones y finanzas. Tiene parlamentarios y una votación significativa. Está presente, gobierna y actúa, pero no está donde debería estar: en la lucha social, en la búsqueda de la justicia, en una política que conduzca al socialismo, que significa (por si se ha olvidado) terminar con el capitalismo para construir una sociedad superior equitativa, justa, sin explotación.

El pesimismo domina al PS. No hay ilusiones. El partido padece la contradicción vital de ser y no ser. Se dice socialista y aplica políticas neoliberales. Pero como tiene conciencia debe tranquilizarla, y por ello afirma que en Chile no manda el neoliberalismo. Es lógico que lo diga. Si lo reconociera sería inexplicable que lo apoyara como en los hechos lo apoya.

¿Se puede ser socialista y neoliberal? Todavía algunos dirigentes levantan el puño cuando cantan la Marsellesa socialista que llama a luchar “contra el pulpo del imperialismo que a los pueblos desea aplastar”. En sus actos enarbolan la bandera roja con el hacha indígena que se recorta sobre el mapa de América Latina. Son exterioridades entrañables, en las cuales poco o nada creen los conductores del PS. El Partido Socialista se enorgullece de la obra del ex presidente Ricardo Lagos, socialista al cincuenta por ciento ya que el otro cincuenta lo destinó a los sahumerios doctrinarios del PPD, el más liberal-manchesteriano de los partidos chilenos.

La “obra” de Lagos no tocó la monstruosa concentración económica que existe en Chile y dio luz verde a las transnacionales del cobre para que siguieran acumulando riquezas y depredando el patrimonio minero, firmó el TLC con Estados Unidos -que aumentó nuestra dependencia- y mantuvo el penoso récord, casi mundial, de desigualdad entre pobres y ricos. ¿De qué otra manera podría explicarse que la actual presidenta “socialista”, Michelle Bachelet, entregue el manejo de la economía a tecnócratas que piensan como la derecha y aplican políticas que benefician sólo a los grandes empresarios?.

Todo esto pudiera ser un ejemplo pintoresco de la ambigüedad nacional, que aborrece la franqueza y prefiere el disimulo y la pillería. Tan pintoresco como la presencia de dirigentes y altos funcionarios “socialistas” en actividades de los empresarios que los han asimilado como socios de sus negocios.

Las cuatro quintas partes de la población de Chile vive en condiciones precarias. Terribles, en muchos casos. Con jornadas de trabajo interminables, en la inseguridad, el consumismo y las deudas, víctimas permanentes de la explotación. Las organizaciones sindicales son débiles y muchas de ellas conciliadoras y colaboracionistas con el sistema. Las fuerzas de Izquierda, diezmadas y arrinconadas, convocan a sectores minoritarios. La democracia en Chile no avanza como debiera. La impunidad protege a muchos criminales, la corrupción se extiende a partidos, parlamentarios y funcionarios. Los poderes fácticos -que verdaderamente mandan desde los directorios de bancos y gerencias de las transnacionales, desde los cuarteles y catedrales de la falsa moral- siguen campantes pisoteando la dignidad del pueblo.

Las consecuencias del modelo las sufre la mayoría de la población. Sin duda, quisieran otra cosa. Muchos no saben bien qué. Pero prácticamente todos esperan una orientación, capacidad organizativa, una ética a toda prueba y consecuencia con los principios.

Las fuerzas del cambio son todavía débiles. Mientras en el continente se levantan enormes movilizaciones que aspiran al socialismo, en Chile parece triunfar la inmovilidad social. Sin embargo, hay reservas y fuerzas dormidas que pueden despertar. Y allí hace falta un verdadero Partido Socialista para provocar el vuelco político. Un PS de verdad sumaría fuerzas para la Izquierda y podría reconciliarse con su tradición latinoamericanista, con la memoria de Salvador Allende.
Pero la realidad es demasiado brutal y ahoga toda esperanza de que el actual PS experimente un cambio como el que esbozamos. Sin embargo, hay un hecho objetivo que se debe reconocer: en Chile hace falta un partido con un programa socialista.

Ese partido renacerá desde las entrañas del pueblo, como una corriente de opinión de miles de chilenos; se convertirá luego en un movimiento articulador de organizaciones sociales, políticas y culturales; y finalmente, se constituirá en el necesario Partido Socialista. Como su nombre lo indica, tendrá como misión construir un modelo de socialismo para Chile, en íntima unión con los pueblos hermanos de América Latina y el Caribe que siguen ese camino de liberación.

sábado, 13 de febrero de 2010

El pensamiento político del presidente electo

En artículo de opinión publicado en la sección Reportajes de El Mercurio el domingo 31 de enero, el presidente electo, Sebastián Piñera, despliega lo que podría tenerse por su “pensamiento político”. Dadas las importantes funciones que está pronto a desempeñar, es natural y, más que eso, conveniente, detenerse a la consideración de tan interesante documento político.

De partida, el título del artículo nos instala en un escenario donde el futuro mandatario asume una postura entre pedagógica y polémica, al escribir: “Democracia de los acuerdos: ¿En qué consiste? ¿Por qué ahora? ¿Es posible?”

En ese ejercicio, el autor no puede obviar la historia, y lo hace en la forma entre liviana y consignista que se le conoce. Afirma y niega, sin mayor rigor y encaramado en su pedestal. Así, podemos enterarnos de que estuvimos, como país, enfrascados en una interminable y “estéril” lucha fratricida…”, en clara alusión al período 1970-1973 y el golpe de estado del 11 de septiembre. Bien por lo de fratricida, pero ¿estéril? Depende, señor. Distingamos: ¿fue “estéril” esa salida golpista para los que se hicieron del botín del Estado, arrebatando patrimonio privado de los trabajadores y público de los ciudadanos en beneficio propio, lo que no terminó precisamente por “arruinar su futuro”?

Hace SP una breve alusión a quienes han gobernado Chile en los últimos tiempos, lo que de paso le sirve para promover a “presidente” a quien no fue más que un dictador. Y luego, se conduele del “sufrimiento para millones de chilenos”, omitiendo otras de las causas eficientes de tales sufrimientos, junto con los crímenes de toda índole cometidos en contra de la gente: el modelo neoliberal impuesto, las leyes laborales, el despojo previsional, los infamantes trabajos forzados disfrazados de PEM y POJH, la destrucción de los sistemas públicos de salud y educación, y un largo etcétera.

Hay en las reflexiones de este político de la derecha, una afirmación que resulta muy ilustrativa. Es cuando luego de dar sus acostumbradas gracias a Dios –el que, evidentemente, estaría de su lado- defiende la “Democracia de los acuerdos” porque (era a comienzos de los 90) “el país enfrentaba el desafío de consolidar su democracia, legitimar la economía social de mercado…”. Así, pues, ésa era la madre del cordero. Y él lo dice: “Democracia de los acuerdos”, entre la derecha y la Concertación, para “legitimar” lo que la dictadura había impuesto a sangre y fuego. Sí, señor Piñera: de eso se trataba y de eso se trataría otra vez.

Postula el presidente electo “un gobierno de unidad nacional”, sin explicarnos el porqué de tal excepcionalidad histórica. ¿Es que piensa que tras los 20 años de Concertación vive el país un estado de catástrofe? Si así lo piensa, se podría concordar con él, pero más difícil sería aceptar que llame a tal “unidad” precisamente a quienes habrían causado la catástrofe, haciéndose merecedores del “desalojo”. Pero ese tal gobierno de unidad nacional se pondría algunas metas y una de ellas la enuncia así: “superar la pobreza y las desigualdades excesivas”. Propósito altamente loable, pero surgen algunas dudas: ¿en qué momento las desigualdades alcanzan el nivel de “excesivas”? ¿Cuáles son esos parámetros? ¿Quién dictamina lo relativo a “excesivas”? ¿Desde qué punto de la curva de pobreza-riqueza se dirime la incógnita? O, en otras palabras: ¿se declara excesiva una desigualdad desde esa misma excesiva desigualdad, sólo que reservando el derecho a definir y resolver para quien está ubicado en el punto más alto de la curva, en este caso el propio señor presidente electo?

Preguntas legítimas:

¿Buscaría el presidente electo esa mágica “democracia de los acuerdos” si no requiriera del apoyo de los “desalojados”, al no contar con un suficiente apoyo parlamentario?

¿Lo haría, si no tuviera aun necesidad de “legitimar” lo que llama “economía social de mercado”, tras el fracaso universal, y particular, de las recetas y prácticas del omnisciente mercado?

¿Formularía tal llamado si no tuviera el bien fundado temor a la movilización social que, inevitablemente, será la respuesta mayoritaria de Chile, incluyendo a los que votaron por él, cuando se comience a “transparentar” el estrechísimo carácter de clase de su gobierno?

Desde ya, puede contar el presidente electo con un nuevo despertar de los trabajadores, el pueblo y las más amplias mayorías, para oponer una barrera imposible de superar a los intentos de una restauración fundamentalista como la que se nos anuncia.

Proposiciones para el futuro

Después de la derrota del 17 de enero de 2010, el peor camino es de la espiral de recriminaciones. Atender lo ocurrido es necesario, habrá largo tiempo para hacerlo, y lo es también asumir las responsabilidades que corresponden a una derrota de proporciones. Pero la acción política siempre debe proyectarse hacia los nuevos desafíos.

Discutir sobre esos desafíos es por lo demás una manera de dar cuenta de los errores cometidos. En nuestro caso, se trata de reencaminar la situación de serio retroceso actual hacia un nuevo proyecto político. La Concertación debe redefinirse y entenderse como una expresión de alianza entre el centro político democrático y el arco de la izquierda moderna, progresista y popular, es decir una entidad con vocación mayoritaria que incluye dos grandes identidades diferentes que se unen para fines específicos.

La izquierda concertacionista, luego de años de renuncia a su propia agenda transformadora en nombre de un pragmatismo de vuelo rasante y de una absorción unívoca en la función gubernamental, con buenos resultados de consolidación democrática pero finalmente un balance bastante estéril desde el punto de vista de su proyecto histórico de expansión de las libertades, de la igualdad social y del bienestar colectivo, debe reagruparse de una vez, incluyendo si es posible las nuevas expresiones polìticas que surjan a su izquierda, y abrirse a la sociedad para representar a los trabajadores y postergados de Chile que compartan los valores e ideas igualitarias y libertarias, propias del acervo histórico de la izquierda, y a las ideas ecológistas, propias de los nuevos desafíos de la condición humana. Debe revincularse a variadas formas de acción social y ciudadana y dejar de situar al Estado como su único espacio de actividad.

El PS debe contribuir, una vez renovadas sus autoridades a la brevedad, a ese propósito central de desestatización y resocialización, aunque siempre estará abierta la opción de la autodestrucción o la esterilidad de las querellas y ambiciones de personas y la defensa de intereses burocráticos particulares. Las nuevas bases de un renovado proyecto político deben ser programáticas y organizativas y dar amplia cuenta del alejamiento producido respecto a las aspiraciones de la sociedad que nos ha llevado a la derrota.

1. Las nuevas bases programáticas progresistas deben ser congruentes con los valores y principios permanentes de la izquierda democrática. En primer lugar, deben reiterar que la democracia es el espacio y límite de su acción en favor de la justicia social, de los derechos de los que viven de su trabajo y de los derechos de las nuevas generaciones a que no se destruya el medio ambiente. Somos partidarios de una sociedad pluralista en la que se cultiva la tolerancia de las ideas ajenas y se respeta las reglas del juego democrático, en el gobierno y en la oposición. Los sistemas políticos son más democráticos y fuertes en su capacidad de proveer una forma de gobierno que respete los derechos individuales y colectivos cuando las opciones existentes y los intereses que representan se ponen en juego frente a los ciudadanos, llamados a dirimirlas periódicamente. Las izquierdas autoritarias no merecen ser calificadas como fuerzas de izquierda: toda izquierda auténtica defiende el ejercicio de las libertades como condición para conquistar derechos igualitarios y un orden social justo.

2. La visión de izquierda y progresista debe afirmar con energía que considera obsoletas las instituciones de la transición y que luchará por una nueva Constitución con una visión de desconcentración del poder, buscando su difusión territorial y el control por la sociedad de los órganos del Estado y del poder económico. En Chile existe un déficit de interacción de los poderes públicos, un déficit de representación y un déficit de concertación social. El parlamento debe poder jugar un rol mayor en la orientación de las políticas públicas y en su fiscalización y al mismo tiempo componerse de un modo congruente con la orientación del ejecutivo mediante un sistema electoral que refleje a las mayorías y represente a las minorías políticas significativas. La tarea es cambiar las instituciones parlamentarias para dejar atrás el sistema de empate y negación de la soberanía popular y sus opciones mayoritarias, fuente de parálisis y alejamiento de la opinión pública de su principal institución representativa. El espacio institucional regional y local debe robustecerse para tener más autonomía en los asuntos que le competen, elegirse democráticamente y establecer el mecanismo de primera y segunda vuelta para elegir alcaldes y presidentes de gobiernos regionales. A la vez, debe confiarse en el diálogo social y establecerse mecanismos periódicos y amplios de debate y acuerdo entre gobierno, trabajadores, usuarios y empresarios para deliberar sobre las opciones de política pública en materia económico-social.

3. La visión progresista no puede seguir resignándose al veto conservador que se niega a reconocer que las mujeres tienen derechos igualitarios y además derechos que les son específicos. Entre estos debe ser establecido el derecho a la interrupción del embarazo cuando así lo aconseje su salud física y mental, y desde luego en caso de violación e incesto. Los conservadores tampoco aceptan la libertad de preferencia sexual y el respeto que todo ser humano merece. El derecho a no ser arbitrariamente discriminado en materia sexual, étnica, de género o social es parte de la reivindicación histórica del progresismo que debe adquirir de aquí en adelante toda su fuerza, y no aceptar ser subordinada al juego de las alianzas políticas con el centro y sus vetos arbitrarios.

4. La izquierda moderna debe promover una economía social y ecológica con mercados, siguiendo las experiencias socialistas democráticas de economía mixta, pero no ser meros defensores de la economía de mercado, a lo que hemos sido asimilados en la práctica, por sentido de la oportunidad, omisión o convicción, lo que ya es más grave. La derecha es la que defiende la economía de mercado en la que prevalecen los intereses oligárquicos establecidos, la concentración económica, los salarios injustos, la desigualdad de ingresos, la falta de competencia, los subsidios a los grandes empresarios, los impuestos regresivos, la no regulación ecológica, la indefensión del consumidor. Este sistema económico tiene por nombre capitalismo y los que lo defienden promueven políticas neoliberales de minimización del Estado y de negación del interés general. Y a ese sistema y a esas políticas es contraria la izquierda moderna y democrática, que defiende la distribución equitativa de la riqueza, el derecho de los trabajadores a luchar organizadamente por ella, la protección social frente a los riesgos y la defensa de la naturaleza. La visión progresista no aceptará de aquí en adelante mantener la colonización por el neoliberalismo de sus propuestas económicas y sociales por falta de convicción en su propio proyecto histórico igualitario y ambientalista. La izquierda moderna considera que los mercados no deben suprimirse, pero deben funcionar en beneficio del interés general y en el de las futuras generaciones. Cuando no es el caso, deben ser regulados y controlados por las autoridades públicas democráticas y por la sociedad organizada. Los mercados sirven para asignar recursos de manera descentralizada en el corto plazo, y no deben ser ahogados por burocracias incompetentes, pero no deben ser idolatrados y menos desconocidos sus límites en materia de eficiencia y de equidad, que requieren de un Estado sólido y capaz de servir a los ciudadanos con transparencia y diligencia. Porque esto es consustancial a su proyecto, la izquierda moderna cree que el peor error que se puede cometer frente a los ciudadanos que confían en ella es descuidar el carácter profesional del Estado y someterlo al clientelismo y la incompetencia, prácticas que se compromete a desterrar de sus filas.

5. El crecimiento es un medio para salir del subdesarrollo, pero debe fomentarse en el marco del ejercicio de las libertades políticas y sociales. Nuestro horizonte es construir, junto a los ciudadanos, un nuevo Estado democrático y social de derecho que garantice seguridades básicas, igualdad de derechos y oportunidades, acceso de todos a los bienes públicos, al goce de la naturaleza y a incidir en las decisiones administrativas y políticas. Esto requiere más gasto en educación y salud pública, bienes urbanos y protección de la naturaleza, y no menos como proponen los liberales y sus soluciones de mercado o de Estado subsidiario y marginal. Requiere una fuerte protección social frente a los riesgos cíclicos de desempleo y exclusión, y no menos protección para los más vulnerables. Requiere más y no menos Estado en infraestructura, formación, innovación tecnológica. Requiere incluso de un importante rol empresarial público y en todo caso de fuertes regulaciones para cautelar la explotación racional de recursos naturales, promover nuevas tecnologías, diversificar las fuentes de generación de energía, mantener el buen funcionamiento de los servicios básicos y asegurar el financiamiento de la empresa innovadora. Esto tiene un costo para la sociedad, expresado en una mayor carga tributaria, que debe ser suficiente y justa en su distribución. Pero mucho mayor es, entre otras lacras, el costo de la ruptura de la cohesión social y su secuela de menor seguridad y alto gasto en policías y prisiones. La sociedad de mercado debe ser reemplazada por una sociedad plural, con un espacio público fuerte, con ciudadanos con derechos, en el que la economía y el mercado se subordinen al interés general y a la sustentabilidad democrática, social y ambiental del desarrollo.

6. Volver a conectarse con las aspiraciones de la sociedad a través de un proyecto político que les otorgue orientación y sentido de futuro requerirá un cambio en la configuración organizativa del progresismo. Llegó la hora de desechar la dispersión que se ha mantenido en nombre de “cautelar la Concertación”, al precio de renunciar a la agenda progresista y de distanciarse de los ciudadanos. La mejor fórmula es la de una federación de fuerzas que incluya a las existentes y a nuevas expresiones políticas que se reconocen en el proyecto político progresista y están dispuestas a ser parte de su desarrollo, sin exclusiones. Esta federación debe sustentarse mediante procedimientos democráticos de representación proporcional en un consejo nacional, que delibere sobre sus bases programáticas y las orientaciones políticas en cada coyuntura, y en una dirección política conjunta que combine representatividad y pluralidad de los componentes de la federación. El procedimiento federativo supondrá escoger en primarias abiertas una candidatura presidencial de primera vuelta cada cuatro años, con un pacto de apoyo mutuo previo con el centro y el PC para segunda vuelta. Las candidaturas parlamentarias y candidaturas a alcaldes deberán ser pactadas por el mismo espectro mientras permanezca el sistema electoral actual, pero mediante un estricto procedimiento de primarias internas en el caso de la federación progresista. Las candidaturas a concejales deben permitir representar la pluralidad en una lista progresista.

7. La existencia de la federación progresista no supondrá terminar con las alianzas de gobierno con fuerzas del centro político y especialmente con la Democracia Cristiana, sino redefinirlas en los términos mencionados. Supondrá su autonomía en materia de candidaturas presidenciales, en las que promoverá sus bases programáticas propias, con disposición a realizar pactos de gobierno de coalición sustentados en un programa destinado a cumplirse en cada período presidencial de modo exigible por los ciudadanos. La Concertación no puede seguir siendo el espacio de la dispersión del progresismo y de su competencia interna descarnada en beneficio de la agenda conservadora y de la subordinación del sistema democrático a los poderes económicos oligárquicos, que por nuestros errores y falta de voluntad política han conquistado ahora el gobierno, único espacio del que aún no disponían en propiedad en Chile. La Concertación debe en cambio ser en el futuro próximo el espacio de encuentro para tareas comunes delimitadas en cada período político entre el centro político y el progresismo unificado y estructurado como fuerza política federada.

Gonzalo Martner

Cinco Tesis sobre la Crisis y el Estado Activo

El siglo 20 fue testigo de la Gran Depresión que entre 1929 y 1933 arrojó al desempleo a millones de personas. Los inicios del siglo 21 han conocido, por su parte, la Gran Recesión de 2008-2009, la que ha sido enfrentada con bastante éxito por planes de estímulo de gran envergadura, recogiéndose en parte las enseñanzas de la Gran Crisis. Pero diversos gobiernos, especialmente el de Estados Unidos, cometieron graves errores que originaron la actual situación, especialmente al desregular el sistema financiero, en un contexto en el que durante más de treinta años prevaleció la idea del “retiro del Estado”. Frente a la magnitud de la crisis que se ha vivido, resuena irónica la afirmación de Robert Lucas, de la Universidad de Chicago en 2003, según la cual “el problema central de la prevención de depresiones ha sido resuelto”, afirmación sustentada en la sempiternamente errónea fe -porque se trata de una creencia y no de una hipótesis teórica más o menos sustentada en la evidencia- en la capacidad inherentemente autoregulatoria de los mercados, incluyendo los financieros.

La paradoja es que mientras el enfoque dominante fue generando las condiciones para la crisis financiera más importante que haya conocido la historia de la humanidad y para una crisis económica solo comparable con la de 1929, en la práctica en muchas áreas, y por la fuerza de la realidad de las sociedades modernas, los órganos de gobierno continuaron realizando un importante número de tareas y empleando un volumen considerable de recursos al iniciarse el siglo 21, en la mayoría de los casos muy superior al de la etapa de construcción inicial de los Estados de bienestar. Así, la crisis actual ha permitido mirar mejor la historia reciente y reforzado la idea de que los gobiernos tienen roles estabilizadores, redistribuidores y de provisión de bienes públicos que son insustituibles.

En América Latina, el impacto de la crisis de los años treinta y de la segunda guerra mundial fue devastador. Pero dio lugar a una posterior recuperación en base a dejar de lado la ortodoxia y establecer esbozos de política industrial (incluyendo la política de sustitución de importaciones, que en muchos casos no fue una opción sino una obligación frente a la ausencia de alternativas en un mundo fragmentado por la crisis y la guerra) y de política social cuyos resultados no fueron del todo negativos, contrariamente a la narrativa neoliberal tan repetida en las últimos tres décadas. Los años del desarrollismo latinoamericano permitieron sostener tasas de crecimiento relativamente elevadas (de 3,9% al año del PIB por habitante entre 1960 y 1980 para el conjunto de América Latina y el Caribe), inferiores a las del sudeste asiático pero bastante superiores a las de la “década perdida” de 1980-1990 (-0,4%) y las de los años 1990-2004 (1,1%), según los datos del Banco Mundial. El quinquenio de oro 2004-2008, que vio emerger un conjunto variado de políticas no ortodoxas y se benefició de un ciclo al alza en los precios de las materias primas, permitió tasas de crecimiento muy superiores a las período neoliberal y avances en la disminución de la pobreza que se vieron interrumpidos por la crisis en curso.

A su vez, el desempeño de América Latina en la actual crisis ha sido bastante positivo, gracias a una visión más activa del rol gubernamental en la regulación macroecónomica, con políticas fiscales contracíclicas

Con la crisis actual entramos en una nueva fase, imprevista y para muchos imprevisible, la del retorno del Estado. Se ha creado ya un nuevo clima intelectual, que busca dilucidar cuales serán las proporciones, modalidades y profundidad de este retorno del Estado de difícil predicción, pero que en todo caso incluye hechos tan inéditos como que General Motors, símbolo del capitalismo norteamericano de posguerra, está hoy en manos del gobierno. En esta perspectiva, cabe revisitar los fundamentos de la intervención del Estado en diversas áreas, y reabrir pistas de reflexión por largo tiempo relegadas a un segundo plano en el análisis de los avatares de la economía. Se puede establecer en este sentido cinco tesis.

Tesis 1: En economía, cabe mantener el espíritu crítico y el respeto por la evidencia. La crisis actual mostró una vez más que la teoría económica no es una ciencia exacta, que la actual corriente dominante es frágil y se constituyó en una moda –el efecto manada también existe entre los intelectuales- marcada por prejuicios ideológicos. El “main stream” económico terminó por actuar no solo con su tradicional arrogancia sino con franca ceguera frente a los trastornos y burbujas financieras que se desplegaban ante sus ojos, mucho mejor explicadas por las corrientes económicas heteredoxas que constatan que los mercados son inherentemente inestables y que requieren de regulaciones públicas para funcionar y para producir resultados sociales y ecológicos medianamente aceptables.

Tesis 2: Ni el Estado ni los mercados son siempre malos ni siempre buenos. Los gobiernos deben ser el soporte institucional de los intercambios, y ser una factor de coordinación y control de los efectos positivos y negativos de las transacciones privadas sobre terceros (las llamadas externalidades), y a la vez asegurar la provisión de bienes públicos, la estabilización y redistribución de ingresos y activos, la regulación macroeconómica fiscal, monetaria, cambiaria y de ingresos. Existen sólidos argumentos racionales para la intervención del Estado frente a mercados inestables e incompletos que contradicen la tesis del Estado inevitablemente depredador.

Tesis 3: El mejor Estado no es el más pequeño ni el más grande, es el mejor diseñado para cumplir los fines de disminuir la inestabilidad e inequidad de los mercados, y en general las tareas antes descritas y los fines que la sociedad determine –de preferencia con uso intensivo del conocimiento y la investigación especializada en políticas públicas- en base al control de los gobiernos por los ciudadanos y una democracia fuerte y efectiva,. El mejor Estado es el que democráticamente es capaz de gobernar al poder económico y someter los intereses particulares al interés general, especialmente en materia de estabilidad, seguridad y equidad y le preservación de los intereses de las futuras generaciones, evitando la descarga sobre ellas de deudas que financian un exceso de consumo presente y modelos productivos que penalizan y destruyen el ambiente y la biosfera.

Tesis 4: En América Latina, los gobiernos progresistas que han emergido más o menos con el nuevo siglo tuvieron razón en abandonar el consenso de Washington (desregular, privatizar, disminuir el gasto público, liberalizar indiscriminadamente). Se constató una mejoría de las políticas macroeconómicas desde el inicio del siglo 21 y se logró más que en otras etapas mantener niveles consistentes de inversión pública y de gasto social, financiados por impuestos y no mediante un déficit estructural e inflación, y mantener políticas fiscales anticíclicas y cambiarias flexibles. El estudio Panorama Social de América Latina 2009 de la CEPAL "muestra que hemos avanzado en el combate a la desigualdad en la distribución del ingreso en la región, tanto que entre 2002 y 2008 en siete de los 18 países estudiados disminuyó la desigualdad, mientras que aumentó en sólo tres" en contraste con la regresión social generalizada sufrida durante la ola neoliberal.

Tesis 5: Las estrategias de salida de la crisis deberán contemplar un doble desafío: en el corto plazo, mantener el estímulo de la demanda mediante políticas fiscales expansivas y déficits públicos que compensen la caída del consumo y la inversión; en el largo plazo, velar por la sostenibilidad de la deuda pública. Se trata de crear empleo en el corto plazo mediante estímulo fiscal y realizar acciones hoy que reduzcan el déficit más tarde, en particular fortaleciendo los sistemas tributarios y creando condiciones sustentables para los sistemas de pensiones y de salud, y en general para el gasto público. En ese doble desafío se juega el progreso, la estabilidad y el futuro democrático de América Latina, tan duramente conquistado.

Gonzalo Martner
Intervención en la presentación del libro La crisis y el Estado activo. Una visión desde América Latina, que trata sobre la intervención del Estado en la economía a la luz de la crisis actual, junto a Enrique Iglesias y José Luis Gurría, en la sede de la Secretaría General Iberoamericana, en Madrid, el 1 de febrero de 2010.