domingo, 3 de julio de 2016

Socialismo y Masonería

Desde su fundación en 1933, el socialismo ha albergado en su seno una parte de la pluralidad de Chile, expresada en grupos de opinión, de intereses y de identidades específicas. Así han sido parte de sus filas militantes y de su ámbito convocante distintas percepciones e interpretaciones de la fenomenología social, distintas escuelas del pensamiento; cada cual con su especificidad y su acento diverso. Ello, por cierto, declinó en aquellas circunstancias en que se tendió hacia el monolitismo y la superlativización ideológica; pero siempre se ha recuperado cuando se ha retornado hacia su característica fundacional.

Uno de los exponentes de esa pluralidad es la vertiente racionalista laica, integra­da por miembros de la Orden Masónica, que se han sentido convocados por el socialismo a través del tiempo, o que en las filas del socialismo han explorado el camino de la masonería. Entre ellos, sobresale con su brillo singular, la figura de Eugenio Matte Hurtado, sin dejar de lado las no menos relevantes personalidades de Grove, Bianchi, Martínez y González Rojas en el esfuerzo fundacional, y la de Salva­dor Allende en parte sustancial de la historia del Partido Socialista (PS).

Necesario es destacar al primero de los nombrados, por su trascendente signifi­cación masónica y socialista, que lo llevó a ocupar un lugar que aún no ha sido plenamente reivindicado por los historiadores. Matte, un sobresaliente tribuno repu­blicano, ocupó el mas alto rango masónico -el título e investidura de gran maes­tro- a los 32 años de edad, una excepción en una institución donde el tiempo jerarquiza por sobre las circunstancias, responsabilidad a la que renunció para actuar protagónicamente en el proceso político que culminó con la fundación del Partido Socialista.

No cabe duda que los veinte primeros años del ps están marcados por una participación masónica relevante, que comienza a declinar hacia los años 60, a medida que se produce, por un lado, la radicalización ideológica del socialismo, y por otro, por una ten­dencia de introversión institucional de la Orden Masónica.

Problemas de política interna, dentro de las luchas de poder direccional, determinaron que, en muchos momentos, la condición masónica fuera una anatema que condicionaba la calidad militante. Incluso, en más de una oportunidad se votaron mocio­nes que buscaban una opción terminal obligatoria, donde el militante debía perder esa condición en el caso de mantenerse dentro de las filas de la francmasonería.

Allende, destinatario directo de tales propuestas, las enfrentó en una lucha doctrinal de alto vuelo que de­finió la naturaleza complementaria de ambos caminos, en tanto uno tocaba la condición individual -intrínseca­mente personal- y el otro tenía que ver con lo colectivo -lo específica­mente social- lo que fue sintetizado en su frase ya célebre: "Soy socialista porque soy masón, y soy masón por­que soy socialista".

Analizados ahora los factores que incidieron, en su momento, en tales actitudes antimasónicas, está claro que tuvieron mucho, que ver en su configuración las luchas de posicio­nes dentro del partido y, en algunas ocasiones, los prejuicios propios del desconocimiento o por relaciones encontradas entre militantes masones y no masones, donde la cuestión de las identidades fue un canal de refe­rencia para determinadas tomas de posiciones.

Uno de los factores que ha influi­do en la anatematización de que son objeto los masones es el desconoci­miento de los elementos constituyen­tes de su condición. Muchas veces las imágenes que se han construido co­rresponden a reflejos distorsionados por diversas razones. ¿Cuáles son sus objetivos?, ¿cuáles son sus prácticas?, ¿cuáles son sus doctrinas?, son inte­rrogantes que han ido construyendo más mitos que realidades.

ESPECULACION FILOSOFICA

La masonería -en tanto orden filosó­fica- surge a principios del siglo XVIII, en Inglaterra y Francia, princi­palmente, difundiéndose por Alema­nia, Italia, demás países europeos y EEUU. Influyen en su conformación diversos elementos, pero el más rele­vante en términos de lo social, lo constituye el movimiento por la tole­rancia religiosa, luego de cruentos períodos de persecuciones y de con­frontaciones por la fe, entre los segui­dores de la autoridad del Papa y el protestantismo. Allí se encuentra su acento anglo-escoses, proveniente de los gremios de constructores del Me­dioevo, en cuyas filas participaban hombres de distintas culturas, credos y nacionalidades, que les exigía un ambiente de tolerancia y fraternidad. Del afluente latino-francés proviene la tendencia laicista, que promueve la desvinculación de los clérigos de la cosa pública. Del afluente cultural de la humanidad se recoge el pensa­miento y las prácticas de las escuelas iniciáticas, especialmente de las culturas mediterráneas de la antigüedad, con sus contenidos filosóficos, expla­yados en sus distintas disciplinas. Todo ello en función del perfecciona­miento del hombre, en tanto indivi­dualidad puesta al servicio de la superación social.

Si se pudiera hacer una síntesis global de "lo masónico", tal vez po­dríamos decir que ello consista en una especulación filosófica qué pone acento en: la tolerancia, lo no dog­mático, la libertad social e indivi­dual, ¡a igualdad, la fraternidad hu­mana y el laicismo. No existen ni ob­jetivos de grupo ni intereses más allá de la proyección axiológica en la so­ciedad de los principios enumerados.

CERCANIA GENERICA

Esto es lo que ha aunado a destacados chilenos en más de 150 años en torno a la institución masónica, sobre la base de la pluralidad ideológica, reli­giosa, política y de intereses específi­cos, desde la fundación de las prime­ras logias, que dieron vida a la Gran Logia de Chile, entidad reguladora de todas las logias constituidas en el país y, por lo mismo, su dirección su­perior.

La lucha por las leyes laicas y la participación en la Orden de promi­nentes políticos, profesionales, inte­lectuales, gobernantes, legisladores, miembros de las FFAA, etcétera dieron prestigio e influencia a la francmaso­nería, que se ligó indisolublemente a la cotidianeidad republicana, recono­ciéndosele conducción ética en una serie de aspectos, en muchos de los cuales, por problemas de diversa con­cepción, se produjeron contiendas de influencia y competencia con la Igle­sia Católica, especialmente a princi­pios del siglo XX.

Uno de los hechos que se advier­te en la masonería actual, es que una parte importante de sus componentes, en tanto individuos, muestran una simpatía o cercanía con el socialismo desde una percepción predominante­mente genérica, que no se expresa aún en términos militantes. Segura­mente esto tiene algunas causas que deben auscultarse con dedicación. Probablemente ello tendría relación con ciertas latencias del pasado, o con las propias consecuencias del largo período de división o con la falta de mensajes nítidos en relación con las especificidades masónicas o con la falta de imágenes representacionales. Es una cuestión que debe diagnosti­carse para, en consecuencia, obrar en función de políticas que revaliden una parte vital del socialismo, tanto por lo que el mundo masónico significa en la pluralidad de Chile, como para resguardar un patrimonio de la propia pluralidad del PS.

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