Carlos Gabriel Godoy Echegoyen nació en Santiago de Chile un 1 de noviembre de 1961, en el antiguo barrio Recoleta, en la Clínica Alemana, que se encontraba ubicada en el mismo lugar en que hoy existe la Clínica Dávila.
Miembro de una gran familia de socialistas avecindados en la población Juan Antonio Ríos, actual comuna de Independencia, debió abandonar el país como exiliado, junto a su padre, su madre Berta Echegoyen y su hermana menor Paula, el último día del año 1973 con destino a Cuba, país al que llegó un 1 de enero de 1974, fecha que coincidió con el XV Aniversario del Triunfo de la Revolución Cubana.
A pesar de sus 12 años de edad, el compromiso de su familia con el gobierno del Presidente Allende hizo que Carlos Godoy Echegoyen fuera un adolescente profundamente comprometido con la causa de los más pobres de nuestro país.
Sus primeros años de estudios, hasta el sexto grado, los cursó en la Escuela José Pedro Alessandri, ubicada en su propio barrio, deber que siempre cumplió de manera brillante, característica personal que mantendría por toda la vida.
Al llegar a Cuba Socialista se integró de manera activa a la sociedad cubana y a la tarea de solidaridad con el pueblo de Chile en su calidad de miembro de la Juventud Socialista de Chile en el exilio, destacándose, desde el principio, por su carácter cariñoso, alegre y disciplinado en todas las actividades que debía enfrentar.
Continuando con sus estudios, decidió matricularse, para cursar de séptimo a noveno grado, en la Escuela Al Campo Simón Bolívar ubicada en las proximidades de la capital cubana, experiencia educacional que mezcla el estudio con las labores agrícolas de apoyo a la economía de Cuba.
Finalizado su noveno grado y conforme a la organización institucional de la educación en Cuba, cursó su educación media de décimo a décimo segundo grado, en el Preuniversitario Camilo Cienfuegos, caracterizado por acoger a los estudiantes más ejemplares y comprometidos con la Revolución.
Sin abandonar jamás la labor solidaria con Chile, ingresó a estudiar la carrera de ingeniería en la Universidad de La Habana el año 1978.
Ese mismo año le tocó integrar la delegación de jóvenes socialistas chilenos que asistió al XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes organizado por la Federación Mundial de Juventudes Democráticas y que tuvo lugar en Cuba.
Enfrentado al desafío de asumir un compromiso aún mayor con la lucha antidictatorial en Chile, con el beneplácito de la dirección de la Juventud Socialista de Chile en el exilio abandonó sus estudios de ingeniería para integrarse, el año 1980, como cadete del curso regular de oficiales, a la Academia Inter Armas Antonio Maceo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba.
De este modo, se graduó de dicha Escuela con Medalla de Oro y el grado de Teniente, con la promoción del año 1983, superando incluso a sus colegas cubanos, razón por la que recibió el reconocimiento de la Comisión Política de la Juventud Socialista de Chile y de su Partido.
En espera de ser asignado a una tarea política concreta en nuestro país por parte de la dirección del Partido y de la Juventud, trabajó como oficial regular del Ejército Cubano durante cerca de un año hasta solicitar su baja para integrarse, de acuerdo a la línea política de ese entonces, al plan de retorno de cuadros partidarios al país.
Es así como viaja desde Cuba a terceros países e ingresa a Chile el 5 de mayo de 1984, en pleno período de las jornadas de Protesta Nacional llevadas a cabo por los trabajadores, pobladores y estudiantes chilenos en contra de la Dictadura.
Desde el primer día de su retorno al país Carlos Godoy Echegoyen, quien adoptó el nombre político de Rafael, estuvo al frente de importantes tareas políticas y de movilización popular destacándose, una vez más, por sus capacidades altamente organizativas, eficiencia, disciplina y entrega.
Sin sentirse menoscabado emocionalmente por la caída en prisión de su padre, quien había retornado clandestinamente al país un tiempo antes, enfrentó cada tarea con la entereza propia de los héroes populares, en el anonimato más absoluto que exigían las circunstancias y sin temores de ninguna especie.
Una de sus principales labores fue la capacitación política y de resistencia de masas de los jóvenes socialistas de la época, labor a través de la cual efectuó un aporte importante a la lucha popular hasta el día de su muerte en manos de sus torturadores, miembros de la Dirección de Comunicaciones de Carabineros de Chile, servicio de seguridad y exterminio de dicha institución en aquella época.
Como subjefe de la Escuela de Educación Política y de Trabajo Conspirativo del Partido Socialista de Chile que se desarrollaba en la ciudad de Quintero, en la calle Baquedano, durante la primera quincena de febrero de 1985, debió enfrentar a sus asesinos con la entereza propia de un líder, sin flaquear en ningún momento, al lado de sus demás camaradas que eran igualmente torturados.
Conminado a colaborar por su torturador y asesino material el capitán de Carabineros Héctor Díaz Anderson, quien cumplió una condena de tres años y un día por su crimen en el Penal de Punta Peuco, prefirió la muerte, falleciendo el día 22 de febrero de 1985 en un calabozo de la Comisaría de Carabineros de Quintero.
De ese modo, y conforme a los propios testimonios de sus demás compañeros, salvó la vida de quienes hoy son sobrevivientes asumiendo la total responsabilidad operativa de la escuela.
Carlos se encontraba en Quintero junto a otros jóvenes militantes de la Juventud Socialista y del PS cuando fueron detenidos por funcionarios de Carabineros de la Comisaría de esa localidad, siendo acusados de formar parte de una escuela de guerrillas.
Los jóvenes fueron interrogados y torturados brutalmente en la Comisaría de Quintero y luego trasladados a Viña del Mar, para más tarde ser vueltos a Quintero, donde se hicieron cargo del operativo miembros del DICOMCAR que viajaron especialmente desde Santiago. Nadie sabe que sintió Carlos cuando laceraban su carne con electricidad, la inmensa soledad de aquel momento eterno en que se confunden gritos y golpes, recuerdos, furia e impotencia.
Nadie sabe que sintió Carlos, pero sí sabemos que sus asesinos no tuvieron compasión y lo torturaron hasta la muerte. Y, por cierto, como acaecía siempre, intentaron ocultar su crimen aduciendo que Carlos Godoy había fallecido de un ataque cardíaco, pero la persistencia de sus familiares, amigos y organizaciones de derechos humanos logró desentrañar el entramado de mentiras urdido por carabineros. Se supo que los jovenes fueron trasladados a Viña del Mar y posterioremente devueltos a Quintero donde se hizo cargo de los interrogatorios personal de la Dicomcar venido especialmente desde Santiago. Uno de ellos era el capitán de carabineros Héctor Díaz Anderson, miembro de la entidad de la policía encargada de la represión y de numerosos crímenes y que dependía directamente del Director general de Carabineros a la sazón, César Mendoza.
Los jóvenes socialistas fueron golpeados y se les aplicó electricidad. A consecuencia de este trato falleció Carlos. Oficialmente Carabineros señaló que la muerte se produjo por una afección cardíaca. La información que se posee, entre la que se cuenta sus antecedentes médicos previos y los protocolos de autopsia, no dejan dudas de que la muerte de Carlos Godoy fue causada por las bestiales torturas que se le infligieron por parte de agentes estatales en violación de sus derechos humanos.
Los 12 camaradas restantes debieron pasar largos años en la cárcel y en su calidad de presos políticos jámas dejaron de lavantar las rojas banderas del socialismo.
Que nuestra débil memoria recuerde siempre a jóvenes como Carlos Godoy Echegoyen, quienes llenos de alegría y generosidad, lucharon por la libertad del pueblo y por el socialismo.
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