La crisis capitalista, iniciada hace dos años en EE.UU., cuya expresión más visible fue la quiebra del banco Lehman Brothers, tiene sus coletazos en la actual “tragedia griega”, que convendría llamar crisis del euro y del sistema.
Se levantan voces para impugnar los planes de austeridad impuestos por los ministros de finanzas europeos, aconsejados por el FMI y los establecimientos bancarios internacionales. A las gigantescas manifestaciones griegas han seguido otras en España, y una gran respuesta preparan los asalariados galos al plan de austeridad de Sarkozy, que se perfila como la reforma del sistema de jubilación.
En 2008, el tesoro norteamericano debió inyectar miles de millones de dólares al sistema bancario privado para evitar su bancarrota. Otro tanto hicieron los gobiernos europeos. Se trataba -se dijo entonces- de “proteger el dinero depositado por los ciudadanos” y evitar el colapso del sistema bancario internacional. Se difundió la ilusa idea de “moralizar el capitalismo” y el G 20 hizo encendidos llamados en ese sentido. Sólo un año después el Wall Street Journal, cuando los efectos de la crisis del sistema aún no se disipaban -muy por el contrario-, informó con desparpajo que veintitrés bancos y entidades de inversión obtendrían ese año la nada despreciable suma de 437 mil millones de dólares de utilidades. Entre dichos bancos figuraba el Bank of America, JP Morgan, Citigroup y Goldman Sachs. Los beneficiarios eran también algunas entidades de fondos de inversión y de fondos especulativos (hedge founds). En la misma época -octubre de 2009- instituciones bancarias francesas, como la BNP y la SG, y por cierto, los bancos suizos y británicos, anunciaron también cuantiosos beneficios. Desde entonces, se han conocido sonados escándalos ligados a las finanzas -en traders como Kerviel de la SG gala,banqueros como Madoff y otros- aparte del perverso accionar actual de bancos como Goldman Sachs, que ha prestado su concurso para adulterar las cifras sobre el déficit griego.
La corrupción y el sistema
La secuela de corrupción que conlleva la economía financiera no es algo fortuito. Un economista francés, Alain Cotta, escribió en El capitalismo en todos sus estados, que una de las consecuencias del sistema que se ha impuesto en el mundo es la proliferación de la corrupción. Por cierto que ésta existía desde hace mucho tiempo, pero ahora, en tiempos del capitalismo financiero triunfante, forma parte de su estructura. Sería un fenómeno radicalmente nuevo, propio de la economía dominada por las finanzas y la especulación, afirma Cotta.
Ahora bien, en todos los regímenes el poder puede llevar al abuso y a sacar provecho personal, pero en el actual orden económico financiero mundial, el mercado financiero es el único regulador de los valores en juego y la co-rrupción jugaría un papel análogo al plan, en las llamadas sociedades dirigistas. Esta es la consecuencia de una economía donde reina, como decía Hobbes en los albores del capitalismo, “la guerra de todos contra todos”. La lógica del mercado omnipotente con la competitividad exacerbada entre individuos y grupos, que no tienen otro horizonte que su propio intérés, es en realidad la lógica de la selva.
La crisis del capitalismo financiero drogado por la deuda se inició en 2008. No era la primera vez que esto ocurría. En los años 80 y el 2000, hubo crisis de proporciones.
Grecia, que ingresó a la UE en 1981, como los demás Estados pertenecientes al llamado club Mediterráneo -España, Portugal, Italia- tenía importantes desventajas en relación a grandes países como Alemania y Francia: el mercado de trabajo, un sistema de jubilación que no era del agrado de los burócratas de la UE, un importante sector público y como en muchos países -no sólo europeos- la evasión fiscal como un mal endémico. Todos los países de la UE sabían que las cifras entregadas por Grecia habían sido alteradas y la deuda pública real estaba por encima del 3% del PIB. Pero Grecia no era el único país en ese caso. Italia, España y Portugal se encontraban más o menos en igual situación, pero se pensaba -cuando se impuso la aplanadora del euro-, que dicha moneda única obligaría a todos los países a disciplinarse y cumplir el pacto de estabilidad. Lo importante era imponer el euro y avanzar en la extensión de la UE hacia los países del Este. Y ello se hizo sin que la democrática Europa consultara a sus ciudadanos.
Participaban en este juego varios bancos -Goldman Sachs entre ellos- que ayudaban a las autoridades griegas (tanto gobiernos de derecha como socialistas) a entregar cifras adulteradas. Para ello se contó con la connivencia de las llamadas agencias de clasificación o de notación (Moody’s y Standard &Poor’s, entre otras) que daban excelentes notas a Grecia, afirmando que los préstamos de dinero no implicaban riesgos mayores.
Cuando comenzó a hacerse evidente que Grecia no podría pagar los préstamos, estalló la crisis. Y Alemania, que ha sido la máxima beneficiaria con la zona euro, manifestó su reticencia a ayudar a Grecia. Alemania estaba en período electoral y prestar dinero a un país endeudado e insolvente, que además no respetaba sus compromisos, resultaba improcedente para Angela Merkel. No faltaron los anatemas y la canciller Merkel llegó a reafirmar la recurrente idea germana de que los países ribereños del Mediterráneo, y Grecia en particular, deberían salir de la zona euro: Europa sin Grecia.
Atraco en el Mediterráneo
Luego vinieron las negociaciones entre los Estados europeos y finalmente, se llamó al FMI para participar en el atraco en descampado que se quiere llevar cabo contra Grecia y demás países de la zona mediterránea.
Algunos círculos de negocios germanos avanzaron la idea de que Grecia debía poner en venta el único capital que representaba algún interés para los fondos especulativos: sus islas y tesoros de la Antigüedad. El voraz apetito de los especuladores bancarios no conoce límite ni decencia y demuestra con creces la ética y moral de un sistema depredador que se ha enseñoreado del planeta. La helenofobia se manifestó y no faltaron algunos órganos de la prensa alemana y anglosajona que comenzaron a utilizar el despectivo vocablo inglés PIGS (“cerdos”, acrónimo que hace alusión a Portugal, Italia, Grecia y España) y Merkel, que en contrapartida había hecho un tardío alarde de helenofilia accediendo a ayudar a Grecia bajo estrictas condiciones, perdió las elecciones en Renania y Westfalia, en parte por haber contemporizado con países “corruptos e insolventes”.
La UE ha jugado el juego del FMI y de las multinacionales y ha anunciado un “tratamiento o terapia de shock”, destinado a reducir el aparato estatal griego con su secuela de recortes de sueldos y salarios, prolongación a 65 años de la edad para acogerse al beneficio de la jubilación, alza de impuestos indirectos y del IVA -de 21 a 23%-, alza de la gasolina, del alcohol y del tabaco. Se impone a Grecia la liberalización del mercado de los transportes y de la energía y, al mismo tiempo, se abren “al libre juego del mercado”, otros sectores de la economía. Es así como los puertos de El Pireo y Patras, ya han sido en parte engullidos por capitales chinos. Esta “terapia de shock” nos recuerda la política aplicada en Chile a inicios de la dictadura por los émulos de Friedman, los famosos Chicago Boys, algunos de cuyos representantes fungen hoy como ministros de Piñera y que en esa época, se dedicaron a desmantelar el aparato productivo nacional y estigmatizaron el papel que el Estado había tenido como agente económico dinámico de la economía durante cuarenta años. Luego, vendieron a precio de huevo algunas empresas creadas por generaciones de chilenos. Lan Chile es una, pero no la única.
España en crisis
España ha entrado también en la espiral de la crisis. La situación de su economía es más que alarmante, el déficit público subió a 11,2% el año pasado y el endeudamiento privado es sideral. Además, la cesantía alcanza al 20% y entre los jóvenes ese porcentaje llega al 40%. La decisión de Rodríguez Zapatero de aplicar un plan de austeridad bajo la presión combinada de Obama y la UE, prevé la reducción de salarios de hasta 228 euros por mes y concierne a cerca de 2.800.000 funcionarios públicos, trabajadores de ferrocarriles y de otros servicios. Por otra parte, se anunció la reducción de efectivos del sector público y la congelación del monto de las pensiones. Contra esta política de austeridad, los sindicatos españoles han declarado la movilización general y se anuncia una manifestación en todas las ciudades españolas para la primera semana de junio.
Giulio Tremonti, ministro de Economía italiano, anunció que Italia recortará el presupuesto de 27.500 millones de euros en los próximos dos años y congelará los salarios de tres millones y medio de funcionarios públicos, bloqueando durante tres años la contratación de personal en la administración central. También anunció un plan de lucha contra la evasión fiscal, que ascendería a millones de euros.
Hace algunas semanas dos economistas estadounidenses alertaron sobre la fragilidad de la economía lusitana. Con un déficit público de 9,3%, el ministro de Finanzas portugués, Fernando Teixeira, aludió a recortes necesarios y congelación de salarios de los funcionarios del Estado durante cuatro años, además de la supresión de ayudas sociales y no reemplazo de uno de cada dos funcionarios públicos que jubilen. Portugal confía en el efecto “tirón” que puede generarle su proximidad con economías emergentes como Brasil y Angola. El plan de austeridad, a pesar de las anunciadas protestas de los sindicatos de la salud, transportes, educación, energía y otros ya ha sido definido.
También en Francia
En Francia, aunque la palabra no ha sido pronunciada, existe también un plan de austeridad que conlleva la reforma del sistema de jubilación. La prolongación de la edad para acogerse a ella ha sido anunciada por el primer ministro François Fillon, que a su vez ha congelado el gasto público durante tres años. El gobierno, instaurando el famoso “escudo fiscal”, había favorecido a las grandes fortunas que no tienen obligaciones impositivas más allá del 50% de sus beneficios. Pero hoy, confrontado a la crisis, Sarkozy ha dejado entrever que podría gravar los ingresos de origen financiero y las grandes fortunas. Los sindicatos galos preparan grandes manifestaciones y el espectro de una huelga general se cierne en el futuro.
Poco se ha hablado de Irlanda en estos días, país que tiene un déficit público de 14,7%, y que ha sido tratado con mayor benevolencia que Grecia, debido al suave y tímido régimen de tasas fiscales al que están sometidos los capitales que allí se invierten.
Lo que aparece claro es la evidente colusión entre los mercados, los bancos centrales y los gobiernos, que con todas las medidas antes citadas intentan que sean los asalariados los que paguen por el disfuncionamiento, que muchos estiman voluntario, del sistema. Lo que ha quedado en evidencia es también el contubernio entre los partidos de derecha, los socialdemócratas y socialistas. Al respecto, es simbólica la acción coordinadora llevada a cabo desde la presidencia del FMI por el precandidato a las elecciones presidenciales francesas por el PSF, el “socialista” Strauss-Kahn, quien fue propuesto al FMI por el mismísimo Sarkozy. Strauss-Kahn declaró su admiración “por el rigor extremo decidido por el gobierno griego que ha preferido duros sacrificios inmediatos para salir de la crisis”.
Socialismo o barbarie
La intransigencia alemana ha sido expresada por su ministro de RR.EE. Guido Westerwelle, quien afirmó que su país no iba a “darle un cheque en blanco a Grecia”. Y la ministra de Finanzas francesa, Christine Lagarde, ha señalado que la UE no puede ser complaciente en materia en planes de austeridad: “Es necesario que existan mecanismos de control, ello es de la incumbencia de la UE y del FMI”, dijo.
Lo que está ocurriendo en Europa es la erosión del modelo social europeo, conquistado luego de décadas de incesantes combates de los trabajadores. Se quieren construir sobre las espaldas de los asalariados las premisas de una Europa liberal y se arriesga echar al tacho de la basura grandes logros en el ámbito social alcanzados desde el fin de la segunda guerra mundial. Se quiere desmantelar el modelo europeo para que algunos países sean más atractivos para los inversionistas extranjeros. Los más pertinaces propulsores de ello no trepidan en decir que hay que aprovechar la ocasión para instaurar un “gobierno europeo” que dirija la economía de la UE. Y el inefable liberal José Manuel Barroso, de la Comisión Europea -instancia que no tiene un origen democrático y no ha sido elegida por los ciudadanos- aboga porque los presupuestos de cada Estado sean desde ahora “visados” por la Comisión. Una nueva pérdida de soberanía que tendrían que aceptar los Estados europeos, condición que sin embargo, en el estado actual de cosas, resulta inaceptable para muchos.
Según un informe de Barclay Capital, del 28 de abril pasado, 28.000 millones de euros de deuda griega están en manos de bancos alemanes. Los bancos franceses tendrían cerca de 50.000 millones de euros. La tan cacareada solidaridad franco-alemana con Grecia no hay que buscarla en la ética ni en la helenofilia, sino en el frío cálculo de los intereses especulativos del mercado financiero. Otros consideran que es urgente desasir a los bancos y especuladores del control que ejercen sobre la economía y la sociedad, e instaurar un servicio público bancario europeo. Se trataría de una verdadera revolución.
Es en este contexto de la crisis que golpea a Europa que la voz de Rosa Luxemburgo recobra renovados bríos: socialismo o barbarie.
PACO PEÑA
En París
Se levantan voces para impugnar los planes de austeridad impuestos por los ministros de finanzas europeos, aconsejados por el FMI y los establecimientos bancarios internacionales. A las gigantescas manifestaciones griegas han seguido otras en España, y una gran respuesta preparan los asalariados galos al plan de austeridad de Sarkozy, que se perfila como la reforma del sistema de jubilación.
En 2008, el tesoro norteamericano debió inyectar miles de millones de dólares al sistema bancario privado para evitar su bancarrota. Otro tanto hicieron los gobiernos europeos. Se trataba -se dijo entonces- de “proteger el dinero depositado por los ciudadanos” y evitar el colapso del sistema bancario internacional. Se difundió la ilusa idea de “moralizar el capitalismo” y el G 20 hizo encendidos llamados en ese sentido. Sólo un año después el Wall Street Journal, cuando los efectos de la crisis del sistema aún no se disipaban -muy por el contrario-, informó con desparpajo que veintitrés bancos y entidades de inversión obtendrían ese año la nada despreciable suma de 437 mil millones de dólares de utilidades. Entre dichos bancos figuraba el Bank of America, JP Morgan, Citigroup y Goldman Sachs. Los beneficiarios eran también algunas entidades de fondos de inversión y de fondos especulativos (hedge founds). En la misma época -octubre de 2009- instituciones bancarias francesas, como la BNP y la SG, y por cierto, los bancos suizos y británicos, anunciaron también cuantiosos beneficios. Desde entonces, se han conocido sonados escándalos ligados a las finanzas -en traders como Kerviel de la SG gala,banqueros como Madoff y otros- aparte del perverso accionar actual de bancos como Goldman Sachs, que ha prestado su concurso para adulterar las cifras sobre el déficit griego.
La corrupción y el sistema
La secuela de corrupción que conlleva la economía financiera no es algo fortuito. Un economista francés, Alain Cotta, escribió en El capitalismo en todos sus estados, que una de las consecuencias del sistema que se ha impuesto en el mundo es la proliferación de la corrupción. Por cierto que ésta existía desde hace mucho tiempo, pero ahora, en tiempos del capitalismo financiero triunfante, forma parte de su estructura. Sería un fenómeno radicalmente nuevo, propio de la economía dominada por las finanzas y la especulación, afirma Cotta.
Ahora bien, en todos los regímenes el poder puede llevar al abuso y a sacar provecho personal, pero en el actual orden económico financiero mundial, el mercado financiero es el único regulador de los valores en juego y la co-rrupción jugaría un papel análogo al plan, en las llamadas sociedades dirigistas. Esta es la consecuencia de una economía donde reina, como decía Hobbes en los albores del capitalismo, “la guerra de todos contra todos”. La lógica del mercado omnipotente con la competitividad exacerbada entre individuos y grupos, que no tienen otro horizonte que su propio intérés, es en realidad la lógica de la selva.
La crisis del capitalismo financiero drogado por la deuda se inició en 2008. No era la primera vez que esto ocurría. En los años 80 y el 2000, hubo crisis de proporciones.
Grecia, que ingresó a la UE en 1981, como los demás Estados pertenecientes al llamado club Mediterráneo -España, Portugal, Italia- tenía importantes desventajas en relación a grandes países como Alemania y Francia: el mercado de trabajo, un sistema de jubilación que no era del agrado de los burócratas de la UE, un importante sector público y como en muchos países -no sólo europeos- la evasión fiscal como un mal endémico. Todos los países de la UE sabían que las cifras entregadas por Grecia habían sido alteradas y la deuda pública real estaba por encima del 3% del PIB. Pero Grecia no era el único país en ese caso. Italia, España y Portugal se encontraban más o menos en igual situación, pero se pensaba -cuando se impuso la aplanadora del euro-, que dicha moneda única obligaría a todos los países a disciplinarse y cumplir el pacto de estabilidad. Lo importante era imponer el euro y avanzar en la extensión de la UE hacia los países del Este. Y ello se hizo sin que la democrática Europa consultara a sus ciudadanos.
Participaban en este juego varios bancos -Goldman Sachs entre ellos- que ayudaban a las autoridades griegas (tanto gobiernos de derecha como socialistas) a entregar cifras adulteradas. Para ello se contó con la connivencia de las llamadas agencias de clasificación o de notación (Moody’s y Standard &Poor’s, entre otras) que daban excelentes notas a Grecia, afirmando que los préstamos de dinero no implicaban riesgos mayores.
Cuando comenzó a hacerse evidente que Grecia no podría pagar los préstamos, estalló la crisis. Y Alemania, que ha sido la máxima beneficiaria con la zona euro, manifestó su reticencia a ayudar a Grecia. Alemania estaba en período electoral y prestar dinero a un país endeudado e insolvente, que además no respetaba sus compromisos, resultaba improcedente para Angela Merkel. No faltaron los anatemas y la canciller Merkel llegó a reafirmar la recurrente idea germana de que los países ribereños del Mediterráneo, y Grecia en particular, deberían salir de la zona euro: Europa sin Grecia.
Atraco en el Mediterráneo
Luego vinieron las negociaciones entre los Estados europeos y finalmente, se llamó al FMI para participar en el atraco en descampado que se quiere llevar cabo contra Grecia y demás países de la zona mediterránea.
Algunos círculos de negocios germanos avanzaron la idea de que Grecia debía poner en venta el único capital que representaba algún interés para los fondos especulativos: sus islas y tesoros de la Antigüedad. El voraz apetito de los especuladores bancarios no conoce límite ni decencia y demuestra con creces la ética y moral de un sistema depredador que se ha enseñoreado del planeta. La helenofobia se manifestó y no faltaron algunos órganos de la prensa alemana y anglosajona que comenzaron a utilizar el despectivo vocablo inglés PIGS (“cerdos”, acrónimo que hace alusión a Portugal, Italia, Grecia y España) y Merkel, que en contrapartida había hecho un tardío alarde de helenofilia accediendo a ayudar a Grecia bajo estrictas condiciones, perdió las elecciones en Renania y Westfalia, en parte por haber contemporizado con países “corruptos e insolventes”.
La UE ha jugado el juego del FMI y de las multinacionales y ha anunciado un “tratamiento o terapia de shock”, destinado a reducir el aparato estatal griego con su secuela de recortes de sueldos y salarios, prolongación a 65 años de la edad para acogerse al beneficio de la jubilación, alza de impuestos indirectos y del IVA -de 21 a 23%-, alza de la gasolina, del alcohol y del tabaco. Se impone a Grecia la liberalización del mercado de los transportes y de la energía y, al mismo tiempo, se abren “al libre juego del mercado”, otros sectores de la economía. Es así como los puertos de El Pireo y Patras, ya han sido en parte engullidos por capitales chinos. Esta “terapia de shock” nos recuerda la política aplicada en Chile a inicios de la dictadura por los émulos de Friedman, los famosos Chicago Boys, algunos de cuyos representantes fungen hoy como ministros de Piñera y que en esa época, se dedicaron a desmantelar el aparato productivo nacional y estigmatizaron el papel que el Estado había tenido como agente económico dinámico de la economía durante cuarenta años. Luego, vendieron a precio de huevo algunas empresas creadas por generaciones de chilenos. Lan Chile es una, pero no la única.
España en crisis
España ha entrado también en la espiral de la crisis. La situación de su economía es más que alarmante, el déficit público subió a 11,2% el año pasado y el endeudamiento privado es sideral. Además, la cesantía alcanza al 20% y entre los jóvenes ese porcentaje llega al 40%. La decisión de Rodríguez Zapatero de aplicar un plan de austeridad bajo la presión combinada de Obama y la UE, prevé la reducción de salarios de hasta 228 euros por mes y concierne a cerca de 2.800.000 funcionarios públicos, trabajadores de ferrocarriles y de otros servicios. Por otra parte, se anunció la reducción de efectivos del sector público y la congelación del monto de las pensiones. Contra esta política de austeridad, los sindicatos españoles han declarado la movilización general y se anuncia una manifestación en todas las ciudades españolas para la primera semana de junio.
Giulio Tremonti, ministro de Economía italiano, anunció que Italia recortará el presupuesto de 27.500 millones de euros en los próximos dos años y congelará los salarios de tres millones y medio de funcionarios públicos, bloqueando durante tres años la contratación de personal en la administración central. También anunció un plan de lucha contra la evasión fiscal, que ascendería a millones de euros.
Hace algunas semanas dos economistas estadounidenses alertaron sobre la fragilidad de la economía lusitana. Con un déficit público de 9,3%, el ministro de Finanzas portugués, Fernando Teixeira, aludió a recortes necesarios y congelación de salarios de los funcionarios del Estado durante cuatro años, además de la supresión de ayudas sociales y no reemplazo de uno de cada dos funcionarios públicos que jubilen. Portugal confía en el efecto “tirón” que puede generarle su proximidad con economías emergentes como Brasil y Angola. El plan de austeridad, a pesar de las anunciadas protestas de los sindicatos de la salud, transportes, educación, energía y otros ya ha sido definido.
También en Francia
En Francia, aunque la palabra no ha sido pronunciada, existe también un plan de austeridad que conlleva la reforma del sistema de jubilación. La prolongación de la edad para acogerse a ella ha sido anunciada por el primer ministro François Fillon, que a su vez ha congelado el gasto público durante tres años. El gobierno, instaurando el famoso “escudo fiscal”, había favorecido a las grandes fortunas que no tienen obligaciones impositivas más allá del 50% de sus beneficios. Pero hoy, confrontado a la crisis, Sarkozy ha dejado entrever que podría gravar los ingresos de origen financiero y las grandes fortunas. Los sindicatos galos preparan grandes manifestaciones y el espectro de una huelga general se cierne en el futuro.
Poco se ha hablado de Irlanda en estos días, país que tiene un déficit público de 14,7%, y que ha sido tratado con mayor benevolencia que Grecia, debido al suave y tímido régimen de tasas fiscales al que están sometidos los capitales que allí se invierten.
Lo que aparece claro es la evidente colusión entre los mercados, los bancos centrales y los gobiernos, que con todas las medidas antes citadas intentan que sean los asalariados los que paguen por el disfuncionamiento, que muchos estiman voluntario, del sistema. Lo que ha quedado en evidencia es también el contubernio entre los partidos de derecha, los socialdemócratas y socialistas. Al respecto, es simbólica la acción coordinadora llevada a cabo desde la presidencia del FMI por el precandidato a las elecciones presidenciales francesas por el PSF, el “socialista” Strauss-Kahn, quien fue propuesto al FMI por el mismísimo Sarkozy. Strauss-Kahn declaró su admiración “por el rigor extremo decidido por el gobierno griego que ha preferido duros sacrificios inmediatos para salir de la crisis”.
Socialismo o barbarie
La intransigencia alemana ha sido expresada por su ministro de RR.EE. Guido Westerwelle, quien afirmó que su país no iba a “darle un cheque en blanco a Grecia”. Y la ministra de Finanzas francesa, Christine Lagarde, ha señalado que la UE no puede ser complaciente en materia en planes de austeridad: “Es necesario que existan mecanismos de control, ello es de la incumbencia de la UE y del FMI”, dijo.
Lo que está ocurriendo en Europa es la erosión del modelo social europeo, conquistado luego de décadas de incesantes combates de los trabajadores. Se quieren construir sobre las espaldas de los asalariados las premisas de una Europa liberal y se arriesga echar al tacho de la basura grandes logros en el ámbito social alcanzados desde el fin de la segunda guerra mundial. Se quiere desmantelar el modelo europeo para que algunos países sean más atractivos para los inversionistas extranjeros. Los más pertinaces propulsores de ello no trepidan en decir que hay que aprovechar la ocasión para instaurar un “gobierno europeo” que dirija la economía de la UE. Y el inefable liberal José Manuel Barroso, de la Comisión Europea -instancia que no tiene un origen democrático y no ha sido elegida por los ciudadanos- aboga porque los presupuestos de cada Estado sean desde ahora “visados” por la Comisión. Una nueva pérdida de soberanía que tendrían que aceptar los Estados europeos, condición que sin embargo, en el estado actual de cosas, resulta inaceptable para muchos.
Según un informe de Barclay Capital, del 28 de abril pasado, 28.000 millones de euros de deuda griega están en manos de bancos alemanes. Los bancos franceses tendrían cerca de 50.000 millones de euros. La tan cacareada solidaridad franco-alemana con Grecia no hay que buscarla en la ética ni en la helenofilia, sino en el frío cálculo de los intereses especulativos del mercado financiero. Otros consideran que es urgente desasir a los bancos y especuladores del control que ejercen sobre la economía y la sociedad, e instaurar un servicio público bancario europeo. Se trataría de una verdadera revolución.
Es en este contexto de la crisis que golpea a Europa que la voz de Rosa Luxemburgo recobra renovados bríos: socialismo o barbarie.
PACO PEÑA
En París
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