¿Quiénes fueron? ¿Cómo actuaban? ¿Qué pasó con ellos?
Fue el propio Presidente de la República quien –sin quererlo- bautizó con la sigla de GAP a ese equipo de hombres que se convirtió casi en una leyenda. Desde mediados de su campaña electoral, que lo llevó a ocupar la primera magistratura de la nación el 4 de Septiembre de 1970, el GAP acompaño y tuvo como principal y única tarea durante los mil días de su gobierno el velar por su vida.
El dispositivo de seguridad presidencial –por el que pasaron unos 120 hombres, todos jóvenes militantes en su mayoría del Partido Socialista y algunos del MIR- fue tema recurrente de la prensa opositora a Allende y sirvió para llenar páginas, grandes titulares o acusadoras fotos de la vida ”delictual” a diarios y revistas. Después del golpe militar, la revista ”Vea” publicó un reportaje sobre la historia de delitos del GAP, el que acompañó con numerosas fotografías que intentaban demostrar la veracidad de las acusaciones. La prensa internacional en esos días recibía y recogía radiofotos enviadas por sus corresponsales en Chile de lo que había sido el combate en La Moneda. En la mayoría de ellas, junto a Allende aparecían estos hombres civiles y jóvenes que cumplieron con su mission hasta el ultimo minuto: defender la vida del “compañero Allende”.
(marzo de 1971)
Analisis recogió el testimonio de uno de los sobrevivientes del GAP, para intentar responder a muchas interrogantes sobre quiénes eran estos hombres que fueron caratulados en la época y despúes del golpe militar como ”grupo armado extremista”, por lo cual algunos de ellos fueron fusilados sumariamente a partir del mismo 11 de Septiembre.
”A diferencia de lo que son hoy día los servicios de seguridad, cuyo objetivo es la destrucción, nuestra misión era la de protección de un hombre que encarnaba las esperanzas de un pueblo y que era el único que garantizaba que ese proceso iniciado el 4 de septiembre siguiera adelante. Nuestro único délito fue dejar de pensar en nosotros como individuos, y estar dispuestos a dar la vida por Allende”, dijo Eugenio Cáceres, ”chapa” utilizada por el ex integrante del GAP.
En su libro “Un cuarto de siglo con Allende”, Osvaldo Puccio, su ex secretario privado reseña lo que fue el nacimiento del GAP, cuando aún estaba en pleno apogeo la campaña electoral y la Izquierda veía con preocupación la actitud asumida especialmente por la Derecha, que temía un triunfo del candidato de la UP. En una de las concentraciones, la masa quiso acercarse al candidato, el que se vió en serios apuros para continuar hacia el escenario ubicado en la Avenida Bulnes. Puccio, Eduardo “Coco” Paredes y Rodolfo Ortega, amigos de Allende, asustados porque la multitud en su favor podia aplastar al futuro Presidente, discutieron y decidieron en ese momento que era necesario pensar en un equipo de protección, con gente de absoluta confianza, pero que tuviera preparación. “Encontramos al compañero Fernando Gómez, militante del Partido Socialista, quien empezó a acompañar al doctor a pesar de que a éste no le gustó”, cuenta Puccio.
También se dieron cuenta de que era necesario vigilar los autos que se utilizaban cuando estos permanecían estacionados, pues se corría el riesgo de que sufrieran sabotajes. Los vehículos eran todos de los propios amigos de Allende que los facilitaban para la campaña y que el triunfo era más evidente, Puccio, Paredes y Ortega tomaron conciencia de que “para cuidar el Chicho” se requería de más hombres, ya que a esas Alturas, Gómez trabajaba en permanente tensión unas 18 horas.
“Me informé, cuenta Puccio, que había un hombre que era miembro de las fuerzas especiales del Éjercito que había sido dado de baja. Conversando con este joven me di cuenta que tenia una sólida preparación política y una extraordinaria preparación militar”. Se trataba del ex oficial Mario Melo, militante del MIR, quien comenzó a trabajar desde ese momento como escolta de Allende.
A esta “tropa” de dos personas, más los “amigos del doctor” se sumó Enrique Huerta, también socialista, y cinco hombres más que puso el MIR a disposición de Allende el mismo 4 de septiembre, después de una conversación telefónica entre Miguel Enriquez, secretario general de esa organización, y el propio Puccio, Enriquez estimaba que la vida de Allende corría peligro, pues suponía que la Derecha evitaría su triunfo y se hacía prioritario defender su vida.
Max Joel Marambio (“Ariel Fontanarosa”), Mario Superby, Humberto Sotomayor, Sergio Peréz Molina, Arnoldo Ríos, todos miembros del MIR, llegaron a la casa de Allende ubicada en Guardia Vieja a las 10 de la mañana. “Pero solo pudieron entrar en funciones a las tres de la tarde. No tenían ropa apropiada, eran hombres que habían trabajado semiocultos en las poblaciones (…). El día de la elección, Allende no podía aparecer con personas desarrapadas”, cuenta Puccio. En medio del nerviosismo de ese día, hubo también que preocuparse de comprarles ropa.
“Pero el GAP como tal nació como consecuencia del atentado a Schneider. Este hecho mostró cuáles eran las intenciones de la Derecha y la necesidad real de que la tarea de proteger al Chicho pasaba a ser prioritaria para quienes queríamos que continuara el proceso. El primer acto público donde el Chicho apareció como Presidente electo, el funeral de Schneider, fue la primera tarea importante del GAP en tanto tal. En ese momento el jefe del dispositivo ya era Max Marambio y se comenzaba a trabajar en lo que debía ser su organización”, cuenta Cáceres.
LA CASA DE TOMÁS MORO
Antes del 4 de septiembre, el Partido Socialista puso a disposición del dispositivo de seguridad a un importante número de sus militantes. Los requisitos para la selección de ellos eran la confianza política y la preparación que éstos tuvieran en autodefensa y su disposición de dar la vida por Allende.
Allí se incorporaron al GAP Domingo Bartolomé Blanco Tarrés “Bruno”, (quien a partir del año 72 asumió la jefatura cuando el MIR retiró a su gente) y Jaime Sotelo Barrera, “Carlos Alamos”, junto a otros militantes provenientes de la Seccional Pudahuel del Partido Socialista.
A partir del 4 de noviembre, el GAP comenzó a organizarse internamente, de acuerdo a las diferentes tareas que se debían asumir. Sus integrantes, en su mayoría jóvenes estudiantes universitarios y pobladores aceptaron vivir desde ese momento una disciplina rígida que significó muchas veces guardias de 48 horas, dejar en Segundo plano su vida privada (muchos eran casados y con hijos) y estar alertas las 24 horas del día en su misión central: proteger la vida del Presidente.
El GAP tuvo diversos equipos de trabajo con tareas “compartimentadas”, cuenta Cáceres. Un grupo era la escolta presidencial y su misión era rodear con anillos de protección a Allende en cada una de sus salidas. Otro grupo, a cargo de “Bruno” (en un primer momento), era el que se encargaba de planificar las salidas del Presidente, el camino que recorrería y los autos en que viajarían. Existía un tercer equipo que era de seguridad y estaba a cargo de Juan José Montiglio, “Anibal”. Era uno de los más numerosos y estaba a cargo del resguardo de las casas oficiales, sitios y lugares que frecuentara el Presidente. También había otro equipo de servicios, que se encargaba del abastecimiento del GAP; y finalmente uno de Informaciones, que estaba a cargo del jefe del GAP por su importancia y que tenía como finalidad recolectar antecedentes sobre supuestos atentados contra Allende. Estaban además, en permanente contacto con Carabineros e Investigaciones.
“La gente que permanecía de guardia vivía en Tomás Moro. Cuando uno estaba” -franco- debía estar igual comunicado con sus respectivos jefes. Y esto se hacía con una llamada telefónica. También debíamos estar atentos a la radio por si ocurría cualquier hecho que requeriera de nuestra presencia allá. No teníamos ni busca-personas, ni walkie-talkie, ni tampoco había una radio en Tomás Moro. Todos esos implementos sofisticados, a lo “James Bond”, sobre todo para esa época, eran caros, de fabricación norteamericana y no había presupuesto para eso”, cuanta Cáceres.
Los miembros del GAP recibían una asignación para sus gastos, pero su alimentación y vestuario corrían por cuenta del ítem de gastos de representación de la Presidencia. “Esto no era mucho, y Allende nunca pudo obtener que el Congreso aprobara un Proyecto de ley a través del cual legislar su dispositivo, lo que hubiera permitido tener un presupuesto. Todos los compañeros que trabajaban en el GAP eran miembros de sus partidos y cumplían una actividad profesional. No tenían una vida lujosa ni la pasaban en farras, ni tampoco eran de “segunda clase” para el Chicho, como dijo entonces y después. Era una tarea partidaria que cumpliamos con gusto y conscientes de su importancia”, acota Cáceres.
Quienes permanecían de turno, vivían en una edificación especial en Tomás Moro. El resto lo hacía en sus casas. Todos utilizaban internamente una “chapa”, pero en su vida “civil” tenían su documentación en regla. Ninguno era ilegal.
LOS FIAT 125
Una de las cosas que más llamaba la atención del transeúnte en aquella época, era el despliegue y las verdaderas piruetas automovilísticas que realizaban los GAP en los diferentes trayectos que hacía Allende hacia o desde La Moneda. Los vehículos utilizados por él y su escolta eran de una marca común, FIAT, pero el modelo se puso de moda justamente en esos años: los 125. Generalmente bajaban por Costanera a gran velocidad y cambiándose de lugar en la caravana. Todo esto, sin disminuir su carrera y sin darse topones entre ellos. “El Objetivo era evitar que se supiera en cuál auto iba el Presidente, estar alertas a cualquier señal de peligro y llegar al final del trayecto con él sano y salvo”, dice Cáceres.
Los vehículos tenían los motores arreglados, pero no contaban con radio. Antes de partir, cada chofer debía tener bien memorizada la planificación del trayecto, saberse cuáles eran las señales de alarma y, por supuesto, tener los nervios de un buen chofer. “Toda la gente que entraba al GAP pasaba por un entrenamiento como chofer, que hacían los que ya sabían el asunto, en las Vizcachas”. Después de unos 60 días se seleccionaban los mejores, lo demás lo iba haciendo la experiencia. Aunque resulte repetitivo, cada uno en su puesto tenia plena conciencia de que cualquier error podia comprometer la vida de Allende”, recuerda el ex GAP. En cada auto iban tres o cuatro personas. Y Allende viajaba en uno de ellos, generalmente leyendo el diario o bromeando con el encargado de la escolta “Carlos Alamos”.
EL COMPAÑERO PRESIDENTE
“Cuando uno lo conocía y se relacionaba con él era como estar con un amigo. Siempre estaba preocupado por nuestra situación personal, tenia además muy buena memoria, entonces si se encontraba con uno le preguntaba por su vida. Para la Pascua del 70 nos regaló a todos por parejo una máquina de afeitar Phillips Shave. Además, siempre estaba en onda de broma o de echar tallas. Pero también era estricto si alguno rompía la disciplina del GAP o cometía algún error que atentara contra la vida interna. Allí, sencillamente, pedía al partido al que pertenecía el compañero, que lo sancionara”, dice Eugenio Cáceres.
El ex GAP evalúa que la actitud asumida por Allende el 11 de septiembre es el más claro exponente de lo que fue su personalidad. “Fue un jefe que dirigió al lado de sus hombres el combate. No un general que manda desde lejos. Y eso fue un factor determinante para todos ese día reforzaran el compromiso con el que habían entrado a este trabajo que nunca fue regalado, sino lleno de tensiones y malos ratos”.
No solo no era tarea fácil por los posibles peligros que podían enfrentar, sino también por la inmensa vitalidad de Allende, el que dormía tres a cuatro horas y el resto las trabajaba. “Había veces que veníamos de alguna gira y la gente lo reconocía por el camino, y él ordenaba que nos detuviéramos y se ponía a conversar con las personas, como si estuviera recién levantado”.
Una de las personas del GAP que tenía estrecho contacto con él era el jefe de su escolta. Y Jaime Sotelo reproducía hacia el resto de sus compañeros de trabajo la relación que Allende establecía con él. “Pienso que era uno de los mejores, más humanos y más comprensivos, sin perder las características de un jefe. Él aprendía mucho y trataba de ser a su vez un profesor. Estuvo con el Chicho hasta el final, siempre a su lado”, señala el ex GAP.
LOS ARSENALES DEL GAP
Desde sus comienzos, el dispositivo de seguridad presidencial fue blanco de multiples acusaciones. La principal que se trataba de un “grupo ilegal y armado”. Cada GAP tenia permiso para portar armas, la que estaba debidamente inscrita en la Intendencia. Después de que fue promulgada la Ley de Control de Armas, Allende se encargó de enviar a Investigaciones la nómina del GAP y las armas que éstos tenían.
“Todo ese arsenal del que se habló y que fue mostrado profusamente a partir del mismo 11, tanto en La Moneda como Tomás Moro, fue un buen montaje. Nadie dijo nunca que allí estaban, por ejemplo, las armas que tenía la guardia de palacio en La Moneda, y que fue la que se utilizó en la defensa de éste. También el GAP contaba con seis AKAS que fueron dejados por Fidel después de su gira. Fue el armamento que utilizó su escolta. Pero armamento pesado no se tenía, ni menos en esa cantidad que se mostró”, dice Cáceres.
Según su versión, el GAP no tuvo nunca que hacer uso de su pistola de servicio, menos contra la masa en concentraciones. Solo utilizó su armamento el 11 de septiembre para defender La Moneda, Tomás Moro y conducir un conato de Resistencia en la población La Legua.
El 26 de julio de 1973, el GAP sufrió una seria embestida de parte de sus detractores. Su jefe, Domingo Blanco “Bruno”, fue acusado de ser el autor del atentado que costó la vida al edecán naval, capitán Arturo Araya Peters. El alto oficial, quien regresaba a su casa después de haber acompañado al Presidente a la recepción oficial del Día Nacional de Cuba, fue asesinado por un commando armado. La prensa opositora a Allende dio crédito a una version surgida de una confesión de un poblador de apellido Riquelme, quien acusó al jefe del GAP de estar vinculado al hecho.
“El equipo de informaciones del GAP, con el apoyo de los partidos, comenzó a recoger antecedentes y se detectó que los verdaderos autores formaban parte de un comando de Patria y Libertad. Esta información se entregó a Investigaciones y, por supuesto, al Presidente, quien hizo llegar la nómina de sospechosos a la fiscalía naval que sustanciaba el proceso. Pero nunca se citó a ninguno. Sólo se hizo declarar a Blanco, que tenia elementos suficientes para demostrar dónde estaba a la hora del atentado. Pero se le siguió acusando, en una campaña que lo pretendía era buscar la excusa para acusar constitucionalmente al Presidente. Ya habíamos pasado el tancazo y los días estaban llenos de malos presagios”, recuerda el ex GAP.
La información recogida por la guardia de Allende no estaba alejada de la realidad y quedó demostrado cuando días después del golpe se “entregaron voluntariamente a la justicia” los verdaderos autores, entre los que se encontraba Guillermo Clavería, Mario Rojas Zegers, Adolfo Palma Ramírez y Guillermo Adolfo Schilling, miembros de Patria y Libertad.
Los culpables confesos permanecieron detenidos por más de un año y después fueron favorecidos con un indulto presidencial, lo que fue brevemente reseñado por la prensa de la época, que nunca desmintió la versión respecto a la culpabilidad de Blanco.
EL COMBATE EN LA MONEDA
El 11 de septiembre de 1973, a las siete y media de la mañana, Allende y su escolta salieron desde Tomás Moro a La Moneda. Fue la última vez que los FIAT 125 hicieron como todos esos mil días su veloz recorrido. Con Allende viajaban Jaime Sotelo, Julio Tapia Martinez, Oscar Enrique Balladares Carocca, Juan José Montiglio, Segundo Ramos González, Enrique Balladares Quiroz, Eduardo Ojeda, Wagner Erick Salinas Muñoz, José Freire Median, el doctor Ricardo Pincheira, Antonio Aguirre Vásquez, Carlos Arenas Nilo, César Vargas Morales, Luis Araya Araya, Alejandro Moraga, Manuel Mercado, Oscar Reinaldo Lagos Ríos, Oscar Ramírez Barría y Jorge Osvaldo Orrego González. Todos entraron a La Moneda sin dificultades. La guardia de palacio seguía siendo fiel al Presidente. En La Moneda se integraron al grupo se seguridad siete detectives, más los amigos y funcionarios de Gobierno que llegaron al lugar una vez conocida la noticia de la sublevación militar.
Los integrantes del GAP tomaron sus puestos. Desde siempre se había previsto que un hecho así podia suceder. Especialmente en últimos meses. La defensa de La Moneda estaba planificada, y la decisión del GAP tomada. Todos permanecían allí junto a su máximo jefe, Salvador Allende.
Las tareas de control de quienes llegaban, de disposición y ubicación para enfrentar el anunciado bombardeo, se hicieron sin necesidad de reuniones ni órdenes o contraórdenes, Jaime Sotelo y Manuel Mercado estuvieron permanentemente al lado de Allende. En ningún momento hubo deserciones o síntomas de que alguno quisiera abandonar su puesto. La Moneda fue bombardeada y a pesar del humo y del incendio se continuó defendiendo. En una de la ventanas de Morandé y Moneda, un joven de 20 años disparaba una ametralladora punto 30. El arma formaba parte del arsenal de la casa militar para la defensa del palacio. Antonio Aguirre Vásquez disparó hasta que no pudo seguir. Recibió ocho balazos y fue trasladado herido a la Posta, desde allí su rastro se perdió para siempre. Su imagen recorrió el mundo a través de una foto que lo mostraba con un mechón de pelo rubio sobre la frente, cumpliendo el rol que se había asignado desde que entró al GAP.
Con Allende murieron Manuel Mercado y Alejandro Morales. Sus cuerpos no fueron entregados. El resto del GAP permaneció con vida y fueron detenidos por los militares que entraron detrás del general Palacios. Junto a ellos fueron aprehendidos también los siete detectives que formaban parte de la guardia. De ello dio testimonio en México Juan Angel Scoane, inspector de Investigaciones que se desempeñaba en la Presidencia. El ex funcionario policial contó que fueron conducidos desde La Moneda con las manos en alto y divididos en grupos, los que posteriormente fueron reunidos en el regimiento Tacna. Fueron identificados por el personal civil y militar, y posteriormente fueron conducidos a las caballerizas. “Durante todo lo que quedaba del 11 y la noche nos estuvieron preparando para fusilarnos. Nos acusaban de ser comunistas y nos decían que íbamos a morir, pues los habíamos querido matar a ellos”, dice en testimonio publicado en México en 1977. Agrega que muchos fueron golpeados duramente hasta dejarlos casi muertos. Posteriormente, fueron sacados todos, salvo Scoane, en un camión, el día 13. El camión volvió solo con los conscriptos que los cuidaban. “Uno de ellos se atrevió a hablarme y me dijo: De buena se salvo usted. Me contó que todos habían sido fusilados en Peldehue”, señala el testimonio.
Domingo Blanco, el jefe del GAP, no alcanzó a llegar a La Moneda. Él no bajo con Allende, quedándose dos horas más en Tomás Moro para verificar el resto de las tareas y planificar la defensa. A las nueve y media se dirigió hasta Morandé con 12 personas en un auto y una camioneta. Al llegar, estacionaron los vehículos en el garaje presidencial. En ese momento venía llegando un grupo de carabineros que acababa de pasarse al bando golpista. Al reconocer a Blanco procedieron a detenerlo de inmediato y conducirlo junto al resto a los sótanos de la Intendencia. Desde allí “Bruno” escuchó el bombardeo y el tiroteo contra La Moneda. Una vez finalizado todo, se les conminó a salir con las manos en alto y fueron conducidos a la cárcel. El día 14 se reencontró con sus compañeros. Iban en el camión que venía desde el Tacna, golpeados y amarrados con alambres. Blanco fue fusilado ese mismo día. Los miembros del GAP cumplieron con la promesa que se hacía al entrar, dar su vida por el compañero Presidente, en un compromiso asumido con todas sus consecuencias.
* María Eugenia Camus, Revista Analisis 1987
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