miércoles, 23 de octubre de 2024

¿Qué es la alquimia?

La alquimia es una antigua disciplina filosófica y forma de pensamiento especulativo, de tipo protocientífico. Fue practicada desde la Antigüedad hasta el siglo XVIII, cuando fue desplazada por el surgimiento de la química.

Su práctica fue común en territorios tan diversos como la antigua Mesopotamia, Egipto, Persia, India, China, Grecia y Roma, pero sobre todo en el Imperio Islámico (632-750 d. C.) y en la Europa medieval. Abarcaba una vasta y compleja red de escuelas y vertientes a lo largo de casi 4000 años de historia.

La alquimia se encontraba íntimamente vinculada con la astrología, ya que el hombre antiguo buscaba una correlación entre los asuntos de la tierra y los del cielo, y aspiraba a aprender a manipularlos para su propio beneficio.

En ese sentido, entre los intereses de la alquimia figuraban los de las disciplinas modernas de la química, la metalurgia, la física, la medicina y la semiótica, pero también el misticismo y el arte. Era a la vez una disciplina protocientífica y una disciplina espiritual.

El nombre alquimia proviene del árabe al-khimiya, de donde surgió también la palabra "química". Este término árabe probablemente provenga del vocablo griego khumeia ("verter juntos", "soldar" o "alear") o del persa kimia ("oro"), ya que era un objetivo común de la alquimia transformar elementos innobles en metales preciosos, como el oro.

Otra explicación sugiere como origen del término la voz egipcia kême, que se empleaba como el nombre de Egipto. De allí provenían los más antiguos textos alquímicos "sobre el arte de fabricar oro y plata", en palabras del emperador romano Diocleciano (244-311), quien ordenó quemarlos en un decreto en el año 300.

La alquimia tuvo mala fama durante gran parte de su historia. En algunos lugares solía ser arte de engañadores y charlatanes, y en la Europa cristiana medieval era considerada fuente de saberes ocultos, brujería y cabalismo. 

Historia de la alquimia

La historia de la alquimia es larga y abarca tres continentes distintos: África, Asia y Europa. Se trata de una historia compleja y de muchos puntos de intersección e influencia, pero nada fácil de trazar, ya que los practicantes de estos saberes eran devotos del lenguaje críptico y simbólico, haciendo particularmente herméticos sus textos.

A grandes rasgos, pueden identificarse dos grandes tradiciones alquímicas: la oriental y la occidental.

La alquimia oriental tuvo su origen en China e India. La primera estaba estrechamente vinculada con el taoísmo, y posee en el cuerpo de textos de esta antigua religión su mayor conjunto bibliográfico. Tiene importantes coincidencias con la medicina tradicional china, la astrología china y el Feng Shui.

A diferencia de la variante occidental, centrada en los materiales, la alquimia china fue una especie de proto-farmacología. Es posible que la pólvora fuera uno de sus grandes descubrimientos, y la búsqueda del elixir de la inmortalidad su gran cometido. 

En cuanto a la variante india de la alquimia, es una tradición mucho menos conocida, que se definía como "el arte de obtener el zumo o néctar" (Rasa) de las cosas, la Rasayâna. Con ello se buscaba sanar a los enfermos y rejuvenecer a los viejos. 

Su objetivo era obtener el moksa: la perfección, liberación o inmortalidad. Por ello, se emparenta frecuentemente con la medicina ayurvédica y otras tradiciones metafísicas. 

Por otra parte, la alquimia occidental nació en Egipto, a inicios del período helénico (c. 300 a. C.), en la ciudad griega de Alejandría, donde luego surgió la célebre biblioteca. Fue fruto de la herencia hermética egipcia (cuya figura central fue el Hermes Trimegisto, fusión del Thot egipcio y el Hermes griego). 

La tradición hermética fue reinterpretada a la luz de las visiones griegas pitagórica, jonista y gnóstica, que proponían respectivamente la explicación del universo a partir de los números, la concentración de los fenómenos naturales y la adoración de un cosmos imperfecto. 

A esta vertiente pertenece la teoría de los cuatro elementos, que veía en toda la materia existente una proporción variable de tierra, aire, agua y fuego. Esta tradición fue luego transmitida al Imperio Romano, en donde fue practicada hasta el surgimiento del cristianismo, que vio en gran parte de ella un conjunto de saberes paganos y heréticos. 

Buena parte de los saberes alquímicos se practicaban en la Europa medieval, durante el oscurantismo. Sin embargo, tras la caída del Imperio Romano, fue el mundo islámico en donde florecieron estas artes, libres de la persecución religiosa cristiana. 

De hecho, en el Imperio Islámico fue donde realmente floreció la alquimia medieval, añadiendo grandes aportes a la tradición que se sostenía en los textos traducidos del griego de Platón y Aristóteles: un contraste importante con occidente, donde muchos textos alquímicos se perdieron para siempre. 

Posteriormente, la alquimia islámica fue la encargada de reintroducir sus saberes a Occidente, en donde sentó las bases para el posterior nacimiento de la química. 

La piedra filosofal 

Uno de los lugares comunes más célebres de la tradición alquímica es el de la Piedra filosofal. Se trataba de una sustancia legendaria cuyas propiedades únicas permitían transmutar los metales, esto es, convertir el plomo en oro o en plata. 

Según otras tradiciones, también conducía a la inmortalidad o al elixir del rejuvenecimiento. Fue el tesoro más ambicionado de los alquimistas durante siglos, y a los intentos por dar con ella se les conocía como Opus magnum ("Grandes obras"). En el lenguaje místico y hermético de la alquimia, en el que abundan símbolos, la piedra filosofal ocupa un lugar central como emblema de la perfección, la iluminación y la felicidad celestial. 

Según esta tradición, la piedra fue entregada por Dios al mismísimo Adán, y fue responsable de la longevidad de los patriarcas bíblicos. 

Alquimistas famosos 

Alquimistas como Paracelso también se dedicaban a la astrología. Algunos de los más célebres alquimistas de la historia fueron: 

  • Zósimo de Panópolis (s. III – IV a. C.). Alquimista griego nacido en el Alto Egipto, autor de los textos alquímicos más antiguos que se conocen, perdidos irremediablemente en algún momento de la historia. Se sabe de su existencia gracias a traducciones al sirio o al árabe, o por citas en otros textos en su griego original. 
  • Ge Hong (283 – c.364). Escolar chino de la temprana dinastía Jin, fue un alquimista y creador de los primeros auxilios en la medicina tradicional china. También fue un pensador taoísta y cultor de las artes marciales, llegando a ser una figura central en la cultura china de la época. 
  • Yabir ibn Hayyan (721-815). Conocido en Occidente como Geber, fue un polímata y alquimista musulmán, considerado el remoto fundador de la química. Su identidad y la extensión de su obra son motivo de debate desde el siglo X hasta hoy en día. Se le atribuye erróneamente el descubrimiento de distintas sustancias químicas, ya que un alquimista posterior asumió su nombre como homenaje, siendo conocido hoy como el Pseudo-Gerber italiano o español. 
  • Al-Razi (c. 865 – c. 925). Médico, filósofo y alquimista de origen persa, conocido como Rhazes o Rasis en Occidente. Fue autor de más de 184 textos sobre medicina, química y física, y se le atribuye el descubrimiento del ácido sulfúrico y del etanol, componentes clave en la química moderna. 
  • Al-Biruni (973-1048). Pensador persa, dedicado a la alquimia y a las matemáticas, física, filosofía, farmacéutica, y también la historia. Fue uno de los mayores pensadores del mundo islámico, autor de más de 150 textos sobre temas variados, de los cuales sobrevive apenas una quinta parte, por desgracia. 
  • Nicolás Flamel (c. 1330 – 1418). Considerado tradicionalmente como el alquimista francés por excelencia, fue un burgués muy adinerado y célebre de quien se dijo que había obtenido sus riquezas mediante la práctica de la "filosofía hermética", o sea, la alquimia. Sin embargo, esta creencia fue mucho después desmentida, a pesar de que en siglos posteriores se le atribuyeron diversas obras protocientíficas. Flamel realmente se dedicó a la escribanía pública y a ser copista. 
  • Paracelso (1493 – 1541). Alquimista, médico y astrólogo suizo, conocido también como Teofrasto Paracelso o como Theophrastus Bombast von Hohenheim. Se le atribuyó en su momento haber transmutado el plomo en oro, pero sus mayores aportes en realidad están en el área de la farmacología y toxicología, disciplina esta última de la cual se le considera padre fundador. También le dio su nombre al zinc (zincum). 

Alquimia y química 

Es llamativo que al-kîmiya en árabe moderno se traduce "la química", evidenciando el estrecho nexo entre esta disciplina científica y la tradición alquímica. Esta última buscaba comprender la dinámica de los materiales para transformar ("transmutar") unos en otros y obtener no sólo tesoros, sino también remedios y pócimas. 

De hecho, en el siglo XVII la alquimia era considerada una ciencia más o menos seria. Pensadores de la talla de Isaac Newton dedicaron enormes porciones de su tiempo a su estudio, así como otros de los primeros científicos occidentales. 

Podría decirse que la química nació de los apéndices de la alquimia tradicional, gracias a su reinterpretación a manos del racionalismo. Así, se lograron resultados mucho más exitosos mediante la aplicación del método científico, que insistiendo en la antigua tradición hermética. 

Con el nacimiento de la química, la alquimia fue relegada a un rincón de la historia de la ciencia, o de la historia del pensamiento. Sin embargo, pasó todavía más de un siglo antes de que la separación formal de ambos nombres tuviera lugar, pues hasta entonces fueron prácticamente sinónimos.

 

 

martes, 8 de octubre de 2024

La inmortalidad


Pensaron que habían matado a Ernesto en La Higuera, Bolivia. Pero sus asesinos no sabían que las balas solo pueden dejar inerte la carne, la misma que luego devora la tierra. Aquel día asesinaron a un hombre y nacía un símbolo: el Che.

No se trata de molinos ¿Qué se puede escribir del Che que no parezca mero tributo y que sirva a la lucha diaria de esta Revolución?


Es muy difícil escribir del Che. Es difícil escribir de un hombre que en estos días lo que más nos pediría es hacer, trabajar, producir, y no andar recordándolo solo en repasos de su propia historia. Hechos, más que palabras –nos diría–; ejemplo y movilización –nos reafirmaría–; él, a quien no le gustaban los homenajes, que no procedía de otro linaje que no fuera el del obrero, el ciudadano común, el luchador cotidiano.

¿Qué se puede escribir del Che que no parezca mero tributo y que realmente sirva a la lucha diaria de esta Revolución que él también construyó?

Existen muchas anécdotas y lecciones del Che; cada una con la mirada de la persona que lo vivió, y en todas hay una misma esencia: que la revolución se hace a través del hombre, pero –tal como lo afirma él en esa guía para los comunistas cubanos que es El socialismo y el hombre en Cuba– el hombre tiene que forjar, día a día, su espíritu revolucionario.



GUERRILLERO, INTERNACIONALISTA

El 21 de julio de 1957 Fidel asciende al Che con su conocida frase: «Ponle Comandante», al firmar la carta de condolencias a Frank País, por la caída de su hermano Josué. Es el primero, después de Fidel, en llevar el más alto grado.

En su diario, el joven de 29 años anotó: «La dosis de vanidad que todos llevamos dentro hizo que me sintiera el hombre más orgulloso de la Tierra ese día».

En lo adelante, su figura se convirtió en una de las principales de la guerra y de la Revolución triunfante, con una ética y una conducta ejemplares para todos sus compañeros, que no admitía el mínimo desliz si en ello estaba en juego el bienestar del pueblo.

Diez años más tarde, en julio de 1967, aquel que seguía siendo joven haría sus anotaciones en otro diario, de otra guerrilla, la de Bolivia…

Dos momentos diferentes, dos contextos diferentes en la pupila de un mismo hombre que volvía a las armas, porque sabía que había que sentir como propias las injusticias, fueran de donde fueran en este mundo, y luchar por la felicidad de la gente... Ese internacionalismo, que no solo es un deber sino una necesidad revolucionaria, que mantiene activas las fibras solidarias y que, ante el asedio del imperialismo, ha sido el que ha posibilitado a nuestros pueblos romper muchos cercos.

Por eso, cuando el 9 de octubre fue ultimado, el enemigo trató de esconderlo con el temor de la fuerza de su ejemplo, pero falló. Ya el Che había trascendido, desde su ejemplo y sus ideas, hacía varios años.



CUBA, FIDEL Y RAÚL

La amistad del Che y Raúl se remonta al año 1955, cuando el cubano tuvo que salir al exilio en México. Allí se conocieron y luego formarían parte de la expedición del Granma organizada por Fidel, para ser libres o mártires en el año 1956.

En los días de la guerra, la amistad se fortaleció, al punto de que, cuando Raúl fue ascendido a Comandante, y partió a fundar el Segundo Frente en la zona norte de Oriente, dejó una nota que ratificaba la identificación de pensamiento de ambos: «(…) Estando plenamente identificado ideológicamente con el compañero Guevara, delego en él y ratifico cuantas opiniones o declaraciones emita en este sentido y en lo que respecta a lo manifestado inicialmente en este documento».

Y es justamente del Che la frase que cita Raúl en la Asamblea Nacional de Poder Popular en 1994, cuando dice:

«Y si nosotros estamos hoy aquí y la Revolución Cubana está aquí es, sencillamente, porque Fidel entró primero en el Moncada, porque bajó primero del Granma, porque estuvo primero en la Sierra, porque fue a Playa Girón en un tanque, porque cuando había una inundación fue allá y hubo hasta pelea porque no lo dejaban entrar. Por eso nuestro pueblo tiene esa confianza tan inmensa en su Comandante en Jefe, porque tiene, como nadie en Cuba, la cualidad de tener todas las autoridades morales posibles para pedir cualquier sacrificio en nombre de la Revolución».

Y a todo ello se suma, en la carta de despedida que escribiera a Fidel cuando sale de Cuba hacia otras tierras del mundo, para ofrecer el concurso de sus modestos esfuerzos: «Que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti».

Así llevó el Che siempre a Cuba, al pueblo que también reconoce como suyo, donde crecieron sus hijos, donde conoció el amor y donde pudo hacer realidad esos sueños más grandes de constructor. Sobre él, entre muchas ideas, dijo Fidel en la velada solemne tras la noticia de octubre de 1967: «Las horas que le arrebataba al sueño las dedicaba al estudio; y los días reglamentarios de descanso los dedicaba al trabajo voluntario.

Ese era el Che, el mismo del que hoy escribir resulta complicado cuando sabemos que puertas afuera de nuestras casas, nuestro centro de trabajo, hay una realidad que pide más osadía, más firmeza, más alegría y más resolución de defender las ideas que hasta hoy nos han permitido ser una nación guía para la izquierda del mundo.

Hay muchas tareas para las cuales la vanguardia ideológica debe movilizar a los hombres y mujeres honrados de este pueblo de Fidel, el Che y Raúl; hay almas perezosas que despertar; y también decantar las oportunistas que hagan mella en tantos años de sacrificios de generaciones enteras de cubanos. El propio Che decía, en El socialismo y el hombre en Cuba: «Claro que hay peligros presentes en las actuales circunstancias. No solo el dogmatismo, no solo el de congelar las relaciones con las masas en medio de la gran carrera; también existe el peligro de las debilidades en que se puede caer».

Y ahí está el Che. En ese llamado constante a revisarnos cada día, ser más revolucionarios en cada una de las tareas, en ser exigentes con lo mal hecho pensando que nuestras acciones van a beneficiar o a perjudicar al pueblo del que somos parte; el que no se cansa de decirnos, de frente, que no debemos ceder ni tantico así, nada… porque la espada de Damocles pende sobre nuestras cabezas desde que en 1959 decidimos librarnos del imperialismo, y mientras ese sea el sino de la isla rebelde, no habrá descanso. No importa que el enemigo se presente hoy con rostros diversos y «alternativos» mediáticos, ingenuos o delicados. No hay descanso.



¡SALUD, GUEVARA!

Octubre de 1997: 30 años pasaron del asesinato del Che en Bolivia, de la caída de sus compañeros. Aún están latentes los recuerdos del hallazgo de sus restos, del desfile de pueblo en la Plaza de la Revolución para recibirlo de vuelta, junto a sus compañeros que han sido un destacamento de refuerzo, como diría Fidel, en estos años difíciles.

Desde entonces está en Santa Clara, uno de los espacios más entrañales de su historia guerrillera; allí cuida de Cuba, desde su propio centro. Diez años más tarde, en 2007, justo cuando se conmemoraba el aniversario 50 de su ascenso a Comandante, un grupo de 50 jóvenes guiados por el espíritu del maestro de periodistas Guillermo Cabrera Álvarez y su Tecla Ocurrente, fuimos a la Sierra a rendirle tributo, en unión de sueños y seguidores de su ejemplo.

Allí se colocó una tarja con la frase que anotara en su diario el joven guerrillero y así, en el corazón de la Sierra Maestra, quedó para el futuro el homenaje a quien desde su incorporación a la lucha revolucionaria de Cuba, fue una de sus principales figuras. Porque ni el dolor, ni lo difícil de las circunstancias, ni la más dura de las batallas pueden matar la utopía y la convicción de un verdadero revolucionario que ama; ni pueden quitarnos la victoria.

Los revolucionarios cubanos, en esta hora tajante, nos seguiremos forjando en la acción cotidiana, sin renunciar un ápice al hombre nuevo, y conscientes de que quien abre el camino es el grupo de vanguardia, los mejores entre los buenos: el Partido.

Una bala no puede terminar el infinito, escribiría Haydee Santamaría, desgarrada con la noticia de su muerte. Y justamente porque nos son las circunstancias más complejas, es que nos es más necesario. Mientras más lejos parezca la utopía, o los sueños de justicia social que merecen los seres humanos, más presente está.

El Che tiene mucho por hacer aún. No se trata de molinos, sino de vivir y morir –si es preciso– por un ideal, por otras personas y para el futuro. Él demostró que es humanamente posible.

Por eso aquí seguiremos, luchando palmo a palmo cada victoria, siempre Patria o muerte, Che querido.

Autor: Daily Sánchez Lemus - Granma Cuba