Lo que ocurre con Rusia y los planes de Washington y la OTAN para cercarla militarmente y atacarla después, ha provocado esta reacción defensiva de Rusia ante los agresivos planes, luego de haber agotado todas las vías diplomáticas y de entendimiento para evitar la guerra.
Es evidente la recomposición internacional de poderes. El escenario cambió para los que actuaban a sus anchas, en detrimento de todos y acostumbrados a decidir por otros, interferir en asuntos soberanos de países, lanzar guerras, sancionar y hasta dar golpes de Estado. Rusia no está dispuesta a permitir esa práctica de Occidente y sus aliados. El presidente ruso Vladímir Putin se ha mostrado con firmeza ante el plan estadounidense y de la OTAN de cercar a su país con armas y fuerzas militares. Putin ha asegurado que fue llevado a tomar esa decisión, como única opción que le dejara Occidente. Ha asumido esta responsabilidad, luego de haber enviado al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y al secretario general de la OTAN, un documento donde se llama a la contención de la campaña antirrusa, a la no ampliación de la Alianza Atlántica hasta sus fronteras y la garantía de seguridad para Europa.
Washington no respondió y, cuando lo hizo tardíamente, no contempló los aspectos fundamentales del documento. Mientras, en Ucrania, las repúblicas independientes de Donetsk y Lugansk continuaban siendo atacadas y bombardeadas por los militares ucranianos. Y, lo más importante, cientos de toneladas de modernas armas de la OTAN y de Estados Unidos llegaban a Kiev, y tanto Biden como el secretario general de la organización belicista aseguraban que, bajo el principio de «puertas abiertas», Ucrania puede ser acogida en su seno.
Vladímir Putin aseguró que la península de Crimea, que en referendo optó mayoritariamente por unirse a Rusia, sería el objetivo a alcanzar por la OTAN, para despojar a Moscú de ese enclave que garantiza su salida al Mar Negro.
Se trata de un territorio vital para Rusia, pues en la ciudad de Sebastopol se encuentra la principal base de la flota rusa en el Mar Negro.
Crimea, en manos de la OTAN, de unirse Ucrania a la alianza bélica, sería una presa ansiada en su afán de desestabilizar a la Federación de Rusia.
Hay cosas que no se pueden olvidar de ningún modo cuando se trata de analizar meridianamente una situación como la que se presenta hoy en Ucrania.
Pongamos solo algunos de los ejemplos más recientes: 24 de marzo de 1999. El entonces presidente de Estados Unidos, William Clinton, ordenó lanzar masivos bombardeos contra la entonces Yugoslavia. Pretexto usado: Kosovo, donde, a través de un montaje escenográfico, se filmó una supuesta acción de limpieza étnica.
Ni Estados Unidos ni la OTAN consultaron a la onu para realizar el ataque a ese país soberano. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se enteró cuando las bombas de uranio empobrecido ya caían sobre instalaciones civiles. El mundo condenó aquellos ataques, y Estados Unidos, una vez más, se burló de la comunidad internacional. Fueron 78 días y noches en las que la OTAN y la aviación de Estados Unidos realizaron miles de vuelos que lanzaron cantidades de cohetes y bombas, lo mismo en hospitales, plantas de televisión en Belgrado y Novi Sad, guarderías infantiles y viviendas, entre otras.
Yugoslavia fue destruida y luego desintegrada, y Kosovo se autoproclamó independiente, y fue Estados Unidos el primer país en reconocerlo. ¿Casualidad o parte del plan yanqui?
Quedaba el escenario listo para el objetivo de Washington: construir lo que es hoy la mayor base militar estadounidense en Europa, fuerza de avanzada en sus actuales intervenciones militares en otros países.
A Afganistán, el 7 de octubre de 2001, el Gobierno de Estados Unidos decide, junto a la OTAN, atacar e invadirlo. Justificación: capturar a Osama Bin Laden, un terrorista con factura made in usa, responsabilizado con los ataques a las Torres Gemelas de Estados Unidos.
Cientos de miles de militares con las más sofisticadas armas y la cooperación de la cia, registraron cada pulgada de tierra afgana, y Bin Laden apareció años después en Pakistán, donde fue capturado, muerto y su cadáver desaparecido en extrañas circunstancias, para que ni su espíritu desenmascarara a quienes lo fabricaron y financiaron para servir a la cia.
El pasado 2021, luego de dos décadas de horror, las tropas de ee. uu., vencidas, abandonaron el escenario bélico de la empobrecida Afganistán.
El 20 de marzo de 2003 Estados Unidos y la OTAN lanzaron una bárbara invasión, bombardeos y ataques de todo tipo contra Irak. Justificación: que Irak poseía armas de exterminio masivo. Un mes después –ya se habían producido decenas de miles de muertes civiles– el propio presidente George W. Bush informó que la información de tales armas era falsa.
Han transcurrido 19 años, y todavía hay militares estadounidenses en esa nación, aunque el Parlamento del país árabe ha aprobado más de una vez que esas fuerzas deben retirarse de inmediato.
También en estas últimas dos décadas ee. uu. y la OTAN se lanzaron contra Libia, donde asesinaron a cientos de civiles y al presidente Muammar Al-Gaddafi. Desestabilizaron al país de tal manera que, aún hoy, no se ha podido sostener un poder central, un gobierno estable, ni su economía, la más próspera de la región de África occidental al momento de la agresión estadounidense en 2011.
Siria es otro ejemplo de cómo Estados Unidos, sin consultar con nadie y violando la soberanía de ese país, mantiene fuerzas y medios militares que han causado cientos de bajas civiles y protegen a grupos terroristas.
Lo que ocurre con Rusia y los planes de Washington y la OTAN para cercarla militarmente y atacarla después, ha provocado esta reacción defensiva de Rusia ante los agresivos planes, luego de haber agotado todas las vías diplomáticas y de entendimiento para evitar la guerra.
Elson Concepción Pérez | internet@granma.cu